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martes, 14 de diciembre de 2010

La reina Semíramis


Queridos amig@s, la entrada está dedicada a dos mujeres, que amaron, sufrieron, y murieron al no saber, no poder, vivir sin su amor.

No conozco en la Historia a ningún hombre importante que se haya suicidado por el amor de una mujer.

Lo más cercano al suicidio fue el caso de Alejandro Magno, cuando su gran amor (masculino) murió. Entró en tal desesperación, que el tiempo que le sobrevivió fue una continua borrachera; y no se sabe si murió por eso, o bien fue empujado un poquito hacia la muerte. Ya os dije que era muy peligroso en estado normal, pero... sumido en los efectos del alcohol, podía ser terrorífico.

Amig@s, cuanto más indagamos en la Historia, más difícil nos resulta la datación del comienzo de esta.

Ya sabéis que la Historia comienza cuando nace la escritura, ya hay formados núcleos urbanos de diferentes tamaños, tienen unas creencias religiosas y comercio; el comercio es la base de la escritura. Para el intercambio, la venta, los préstamos, era imprescindible disponer de un sistema donde quedase reflejado todo el intercambio producido.

Pero... para los estudiosos de la Historia, cada vez es más complicada la datación.

Parece que la escritura más antigua (3.500 a.e.) aparece en Harappa (Pakistán). En ese lugar por ahora no pueden hacerse excavaciones por lo peligroso de la zona.

También se han encontrado rasgos de escritura en caparazones de tortugas en China con una datación de hace 8.600 años.

Datar es muy complicado, si ponemos como base el nacimiento de Cristo. Si existió debió nacer entre 3 y 7 años antes de la fecha que la Iglesia ha indicado, para que puedan coincidir los hechos narrados (como el asesinato de los niños inocentes, por mandato de Herodes) porque si nos basamos en la datación de la Iglesia, Herodes ya había muerto. Y por supuesto no podía dar la orden de la matanza.

Mesopotamia estaba ubicada entre dos ríos, en el actual Irak. El nombre quiere decir exactamente eso, un lugar situado entre dos ríos. De ellos recibimos el legado de la rueda, de un tipo determinado de escritura (una de las primeras, la cuneiforme), el sistema sexagesimal, etc.

En Babilonia encontramos la positivación de la ley, es decir, la hizo escrita.el rey Hammurabi en el famoso código que lleva su nombre. Este código tallado en piedra, es un monolítico cilindro, que contiene un conjunto de leyes (ahora se encuentra en el museo del Louvre en Paris). La ley que se imponía era la ley del talión.

También Babilonia  recibió el honor de ser una de las siete maravillas del mundo, por sus palacios, los jardines colgantes y su fortaleza..


Mucho antes de que el idioma cuneiforme fuese traducido, por medio de los griegos nos llegó la leyenda de la reina Semíramis.

Tengo que hacer un inciso para deciros que al comienzo de la Historia, cuando no hay una definición, o separación importante entre la Historia y la Prehistoria, la mujer estaba muy valorada: había muchas más diosas que dioses y reinas muy importantes y guerreras. No hace mucho, en la zona de Uruk, se ha encontrado un complejo funerario, donde estaba enterrada una reina con una cantidad de adornos en su cuerpo muy grande, todos los dedos enjoyados. A un lado estaba el rey, muerto de forma ritual. Y todos los componentes del séquito real, muertos también de forma ritual. Las mujeres llevaban adornos muy bellos y barba ceremonial y los hombres vestían de forma sencilla.

En aquel tiempo, parece que los estudios y la preparación guerrera era igualatorios para todos; por eso hay tantas reinas importantes en esas épocas y también las costumbres eran diferentes. No estaba mal visto el incesto.Las estatuas de aquel tiempo y los grabados representan a personas muy ligeras de ropa o desnudas, también las diosas. Cuando vence el poder masculino, las obras de arte suelen ser guerreras, de victorias sobre el enemigo, de rostros sin expresión y todos vestidos menos los enemigos. Esos siempre desnudos, para aumentar su humillación.

Parece que la reina Semíramis vivió en el siglo IX a.e. Según los griegos, era hija de una diosa llamada Derceto, que tenía la cara de mujer y el cuerpo de pez. Fue castigada a tener relaciones con uno de sus acólitos. Tuvo una hija, a la cual dejó abandonada en el desierto.

Unas palomas la descubrieron y la alimentaban con trocitos de pan y de queso que le sustraían a un pastor de la zona. Este hombre, intrigado, las siguió y encontró una niña bellísima. La llevó al intendente de palacio el cual le dio el nombre de Semiranis y allí se educó. Fue casada con un consejero del rey que también era gobernador de una provincia. El rey estaba en guerra contra una nación vecina.

El gobernador y consejero del rey se unió a las fuerzas reales y su esposa le acompañó. Semíramis, que era muy valiente, subió por la empalizada que rodeaba la ciudad sitiada. Iba vestida de soldado del rey, y una vez dentro abrió las puertas y el rey pudo tomar la ciudad.

El rey quiso tomarla por esposa y ofreció al gobernador a cambio la mano de su hermana o la muerte. Ante aquella disyuntiva, se suicidó. El rey se casó con Semíramis y tuvieron un hijo. Como era muy joven le retiraron la custodia del niño que quedó en manos de los consejeros del rey.

Primero, le quita el marido y después a su hijo... La venganza tenía que llegar, y mandó asesinar a su marido. Se quedó como dueña absoluta del país. El rey había mandado construir para que fuese su capital Nínive, pero Semíramis quería algo especial, que nadie más tuviese, y empezó la construcción de Babilonia. A la vez los reinos que su marido, el rey, había conquistado, se rebelaron al ver que en el trono había una mujer. Entre ellos estaban Egipto, Etiopía y muchos más. A todos los fue doblegando y a la vez adquiriendo nuevos territorios.

 Su hijo continuaba viviendo con los consejeros del rey los cuales odiaban a la reina, y cada día le contaban horrores de su madre. Tanto le envenenaron que un día se presentó delante de su madre para reclamar sus derechos al trono. Él pensaba que si ella se negaba la mataría, y ella seguramente pensaría lo mismo, terminar con ese estorbo.

Pero... el destino es caprichoso: Semíramis era una mujer en la plenitud de su belleza, y el hijo, un joven totalmente desarrollado y tan bello como su madre. Ambos se enamoraron locamente y desde ese momento, todo lo hacían en común. La reina seguía siendo joven y bella, como el primer día que su hijo la vio.


Parece que Semíramis había encontrado una planta, cuyo jugo conservaba su belleza. Esta planta procedía de la India, y allí se fue con su ejercito. Pero... los hindúes atacaron con los elefantes y destrozaron las fuerzas de la reina.

Mientras, en Babilonia, su hijo acuciado por los infieles consejeros, decidió pedir a su madre el trono. Además, los ciudadanos estaban asustados al ver que su reina no envejecía nunca. El hijo, que no había desarrollado una personalidad fuerte; primero con los consejeros; luego, lo que la madre ordenaba, y finalmente de nuevo bajo los influjos de los asesores egoístas y malvados.

Cuando llega la madre y él le hizo esa petición, o sea, quería la herencia de su padre, ella abdicó, le entregó el trono y portada por un sinfín de palomas subió al cielo.

Y ahí llegaron los lamentos, las lágrimas, las almas desconsoladas. Su hijo se había quedado sin madre, sin amante y sin reina. Y aquel pueblo que murmuraba contra ella desde entonces la veneraban como a una diosa.

Durante 42 años reinó Semíramis sobre el país de los dos ríos: el Tigris y el Eúfrates.

Sobre esta leyenda se han escrito multitud de volúmenes, óperas, etc. Los escritores han sentido un atractivo especial sobre esta historia. Y cada uno la ha modelado un poco a su gusto.


La reina Dido

El rey Muto de Tiro murió dejando su reino en manos de sus hijos Pigmalión y Elisa (fue aproximadamente 300 años después de la caída de Troya). a Elisa la casaron con el sacerdote de Hércules, que a la vez era su tío, un hombre mayor y riquísimo, pero se hizo respetar y ser amado por su esposa. Pigmalión, apartó del poder a su hermana y mandó asesinar a su cuñado y tío.

En sueños, Síqueo (así se llamaba el asesinado esposo) le comunicó a Elisa que estaba en peligro: su hermano ambicionaba las riquezas de su cuñado.

En la oscuridad de la noche, ella reunió una flotilla y con seguidores que no aceptaban a su hermano, trasladó todas las riquezas de su difunto esposo a los barcos.

Llegó a las costas africanas y pidió permiso para instalarse en un territorio. Los nativos, le concedieron todo el terreno que pudiese abarcar con la piel de un buey. Ella hizo con la piel tiras estrechísimas que unió entre sí y puso una punta en el centro de un gran territorio, y con la otra formó un extensísimo circulo. Consiguió un espacio muy amplio para construir la ciudad que pasaría a ser Cartago. Sus súbditos comenzaron a llamarla Dido (que significaba “varonil”).



Cuando la ciudad estaba casi terminada, el rey de los gétulos, Yarbas, solicitó su mano, con la amenaza de destruir la ciudad y matar a todos sus habitantes. Dido pidió tiempo para terminar la ciudad y engalanarla para el acontecimiento, cosa que agradó a Yarbas.

Dido no estaba dispuesta a ser la esposa del rey de los gétulos. Ella había prometido fidelidad eterna a la memoria de su esposo, y pretendía llevarlo a la práctica.

Cuando la ciudad estuvo terminada, engalanada, reunió a toda la población en la gran plaza. Allí encendió una gran pira y después de dar muchos consejos útiles a sus conciudadanos, se clavó un cuchillo en el pecho y se lanzó a las llamas. Este es el final de la historia de la reina Dido.


Cuando Virgilio escribió la Eneida, no tuvo en cuenta las dataciones y le pareció más atractivo un romance de Eneas con Dido, que la verdadera historia.

Con el paso de los tiempos la Eneida ha quedado grabada en la memoria colectiva como un libro de verdadera Historia.

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