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sábado, 31 de diciembre de 2011

Historia de Usos y Costumbres.


Desde el comienzo de la Historia, que los estudiosos de esta ciencia fijan en la aparición de textos escritos, se ha dado prioridad a los hechos trascendentales que han supuesto la formación o transformación de las sociedades (guerras, significar batallas, biografías de reyes o dinastías, política, la geografía de los lugares donde los hechos han acontecido). Esto era la historia a grandes rasgos.

A comienzos del siglo XX, comenzaron los estudios en profundidad de multitud de historias diferentes, que relacionaban todos los actos humanos entre sí. Surgió la Historia Económica, la Historia de las Religiones, sus comparativas, y entre ellas encontramos la de Usos y Costumbres.

Esta última engrosa desde la pura ciencia que encontramos en la narración de inventos  y descubrimientos que han ayudado a las sociedades a avanzar en su desarrollo y también a cosas curiosas de las rutinas diarias que conforman el pensamiento, la aptitud, el comportamiento de la sociedad, dependiendo de las épocas estudiadas.

Como lo que pretendo no es un tratado de Historia, sino llegar a la sonrisa general, os narraré usos u costumbres de la sociedad inglesa que ha sido la más estudiada por los especialistas en estos temas.

El dormitorio tiene connotaciones especiales; allí muchas personas nacieron, disfrutaron (o no) y murieron. Es el lugar más íntimo, donde, normalmente, encontramos la soledad que a veces deseamos.

Dentro de él la cama es el mueble más importante, y de ella hablaremos:

Hacia finales del siglo XIX, en la época victoriana, el miedo hacia el contagio y mezcolanza de impurezas personales, llegó a su cima. Los matrimonios (aconsejados por sus doctores) debían dormir en camas separadas, por un lado para que un roce fortuito no supusiese la vergüenza de una alteración emocional; por otro, las sustancias que emanaban de los cuerpos en descanso eran altamente venenosas, según explicaban las autoridades médicas.

Lo cierto es que los colchones estaban compuestos por las cosas más insospechadas, desde plumón que se lograba criando gansos en las casas, hasta serrín o paja, considerados estos y algunos más como los más cómodos, podían ser trapos viejos, virutas, algas. Todos ellos eran nidos de chinches, pulgas, y también solían  hacer sus nidos las ratas o ratones. Por lo tanto, el hecho de dormir, no representaba una actividad relajante, más bien era un terror ineludible.

La cama era el bien más preciado de una familia con posibles. La mejor se situaba en el salón; estaba destinada a los invitados, o para que las visitas apreciasen la posición del anfitrión; también solían abrir las ventanas para que la gente que caminaba por la calle la viesen.

El conflicto de las camas en época victoriana era peliagudo, porque estaba relacionado con la sexualidad. Dentro del matrimonio, esta actividad era necesaria de vez en cuando. A la mujer le era permitido participar en intimidades físicas, siempre y cuando se hiciera sin ningún deseo sexual.

Para evitar la excitación, se aconsejaba a las mujeres tomar el aire fresco; tenían que evitar pasatiempos estimulantes como: leer, jugar a las cartas y sencillamente que utilizasen el cerebro sólo para lo estrictamente necesario. El desarrollar la mente femenina era una pérdida de tiempo; también resultaba nocivo para su frágil salud.

La pauta general era la formación adecuada para ser útil al esposo. Pasar de ese tope era algo incongruente e insano.

Para los hombres el desafío más importante estribaba en no derramar una gota de esperma, fuera de los vínculos sagrados del matrimonio, y tampoco muchas dentro de esos vínculos, si podían evitarlo.

Era creencia médica que el líquido seminal, retenido dentro del cuerpo, enriquecía  la sangre y tonificaba el cerebro.

Aún dentro de los límites matrimoniales, las relaciones sexuales debían ser escasas, menos de una vez al mes; de otra forma, el esperma se sometía a una gran degradación y la descendencia nacería con taras físicas o mentales.

La masturbación era impensable: suponía un acto autodestructivo; la sabiduría médica de la época le culpaba de todas las enfermedades, conocidas o por descubrir. En ellas se incluían la locura y muerte prematura.
Los artículos científicos, trataban al sujeto que la practicaba como una pobre criatura,  pálida y miserable que se arrastraba por la madre tierra.

En uno de los ejemplos, un doctor describía así a un paciente: babeando, continuamente de su nariz, caía sangre aguada y… sin notarlo defecaba en la cama.

Además, esa maligna adicción se transmitía automáticamente a su descendencia, la cual estaba abocada a la locura.

Por otro lado, los estudiosos del comportamiento femenino ¿¿¿¿¿¿?????? Afirmaban que la mayoría de las mujeres no estaban interesadas en ningún tipo de actividad sexual.

La ciencia, en este caso, quiso ayudar a los débiles hombres que habían caído en ese terrible vicio.

Desarrollaron un anillo con púas para el pene, que se ponía cuando el individuo iba a dormir, o en cualquier momento que fuese necesario. Estaba dicho anillo recubierto con púas metálicas que se clavaban en el pene si este aumentaba de tamaño.

Otros inventos se basaban en corrientes eléctricas, que despertaban con una horrorosa sacudida al pobre que durante la noche y sin ser consciente tenía alguna actividad indecorosa.

La época no estaba precisamente para lanzar cohetes, respecto a unas relaciones sexuales satisfactorias.

Cuentan que el famoso crítico de Arte John Ruskin, en 1848 se casó con una muchacha de diecinueve años, pero el matrimonio nunca se consumó.

Según la esposa, Ruskin, al verla desnuda, sintió repugnancia hacia su persona. El crítico se había imaginado el cuerpo de una mujer de forma diferente y al ver el vello  púbico, salió por pies.

Euphemia, que así se llamaba la mujer deseosa de no continuar de esa forma, o quizá deseosa de continuar pero no con esa persona, pidió la nulidad del matrimonio y las peculiaridades de este se hicieron públicas. 

Pero Ruskin continuó con sus gazmoñerías: a la muerte del gran William Turner en 1.851, recibió el encargo de examinar las obras que el gran pintor había donado al país; descubrió varias acuarelas de naturaleza levemente erótica. Horrorizado, Ruskin decidió que aquellas obras sólo podían haber sido realizadas bajo ciertas condiciones de locura, y las destruyó en su mayoría por el bien de la nación, robándole a la posteridad unas maravillosas obras de arte de un valor incalculable.


Hasta pronto amig@s. Feliz Año Nuevo.


domingo, 4 de diciembre de 2011

Sati

La sociedad hindú se rige por castas. Es un sistema hereditario de estratificación social; lleva en vigor más o menos 2.500 años, formando grupos endogámicos.

Los cuatro grupos básicos se denominaron “varnas” (colores) o grados. La parte norte del país, estaba habitada por arios (se supone que eran grupos procedentes del sur europeo, su piel era más blanca). En la India el color de la epidermis era y es muy importante.

Según los brahmanis (sacerdotes del hinduismo), los seres humanos fueron creados de las diferentes partes de una divinidad, Brahma. Dependiendo de eso, las cuatro castas más importantes (dentro de ellas existen subgrupos) definen su estatus social, con quién pueden casarse, y qué trabajo realizar.

Las “Leyes de Manu” (texto religioso) dictaminan que este orden es sagrado, y nadie puede aspirar a pasar a otra casta en el trascurso de su vida. Dependiendo del Karma (camino) de ese ser, se puede avanzar o ir retrocediendo en las siguientes reencarnaciones. Por eso son tan pasivos, solamente se alteran por cuestiones religiosas.

Aunque los legisladores sociales tratan de abolirlo, el sistema de casta está firmemente arraigado en la sociedad india.

Según los brahmani, esta es su división:

Los brahmanes (sacerdotes, académicos, maestros) son la clase más alta y salieron de la boca de Brahma.

Los chatrias (clase política-militar) salieron de los hombros de Brama.

Los vaishias (comerciantes-artesanos) de la cadera.

Los shudrás (siervos y los obreros ) de los pies.

Los dalit, son los intocables, una clase tan baja que se considera fuera de los varnas. Recogen los excrementos humanos con las manos, no pueden beber del mismo sitio que las otras castas, ni siquiera que su sombra cubra el cuerpo de otro perteneciente a cualquier casta. Por ese motivo, las religiones que lograron introducirse en la India, en ese grupo tuvieron una gran aceptación: no todos los “dalit” querían vivir de esa forma para siempre, ellos y sus hijos y nietos, etc.


En la India, nacer mujer es una gran tragedia; las leyes no se corresponden con las realidades. Cuanto más religioso es un país, más atrasado se encuentra en leyes paritarias.

Los padres, han de pagar una gran suma de dinero como dote por la boda de sus hijas; cuanto mayor es la chica, mayor será la cantidad.Por ese motivo, entre otros, las suelen casar desde que son niñas. Estas pequeñas pasan a vivir en el hogar de sus suegros, siendo maltratadas, en la mayoría de los casos. La relación con su familia, suele ser inexistente. Es probable que nunca ya se vuelvan a ver.

Por ese y otros motivos, cuando hay un embarazo suelen hacerse una ecografía y si el feto es niña, abortan.

Hay que darse cuenta que el 90% de la población, vive en zonas muy atrasadas, donde perviven todas las costumbres ancestrales.

En 1.856, bajo el protectorado inglés, nuevas leyes se adoptaron en la India. Desde tiempo inmemorial, las mujeres tenían que suicidarse cuando moría el marido. Era un deber religioso. El hombre no debía morir y si lo hacía, siempre que fuese después de su esposa era correcto, pero no antes.

Normalmente era incinerado, en una pira. La mujer se sentaba a su lado y encendía la pira.

Cuando el hombre era muy anciano y se había casado recientemente, su mujer solía ser una niña, quizá ni siquiera se había consumado la unión. Cuando la mujer se negaba a morir, hombres armados con palos se situaban alrededor de la hoguera, para evitar que pudiera escapar de las llamas. Otras veces las drogaban o las envenenaban. El caso era librarse de ellas.

Cuando en otros lugares diferente, las costumbres eran enterramiento, ponían atada a la mujer junto al cadáver de su esposo y los enterraban juntos.

Los libros sagrados hindús, tratan muy mal a las viudas; son seres marcados, que con su comportamiento han propiciado la muerte del hombre. Si no morían con su esposo, no podían vivir en sociedad, su pelo era rapado, una mancha de ceniza ponían en su frente, el sari que las cubriese sería siempre blanco, de algodón, sin costuras, sin coser.

Se quedaba viviendo con la familia del muerto, aunque hubiese sido rico, o riquísimo ella no heredaba nada. No podía bendecir a ningún hombre, su sola presencia ya era un mal augurio, ellas sólo portaban la maldad de sus acciones. La suegra la trataba como una esclava, y era tomada, sin su consentimiento, por cualquier hombre o muchacho de la familia.

Posteriormente a las leyes propiciadas por los ingleses, se habilitó una especie de ciudad, para que en ella vivieran estas mujeres. Vindraban es su nombre. Se calcula que allí viven alrededor de 200.000 mujeres, que no tienen nada, que viven sólo con lo puesto.


Allí van ellas, cuando ya no pueden soportar la terrible humillación diaria. También las suelen abandonar los familiares del difunto, llevándolas engañadas como si fuesen a una peregrinación religiosa.

Tenéis que saber que el 8% de las niñas de 10 a 14 años están casadas; el 50% de 15 a 19 también; si pasan de esa edad, son francamente viejas para los gustos locales.

Hay un hecho muy curioso: la mayoría de estas mujeres que viven en la ciudad, son analfabetas, y pertenecen a los brahmanes y a los chatrias. Los primeros para acatar los libros sagrados y poner a las mujeres en el lugar que les corresponden; los segundos para no repartir la herencia que actualmente por ley las corresponde.

Son mujeres, para las que su religión es lo básico en su vida, no están con pena ni sufrimiento (al menos eso dicen), se acogen a su Karma, y quizá en otra vida, puedan ser hombres.

Pero... los hombres dicen que los dioses nunca les castigarán renaciendo mujeres. Qué gran dilema, ¿verdad?

Dentro de esas costumbres, podemos ver bodas de niñas con perros o con serpientes, y visitar el templo de los monos en Jaipur (India) donde conviven más de 500 primates.

Nos volveremos a ver con “mujeres jirafas”. 


sábado, 3 de diciembre de 2011

Karma

Hombres solitarios, misóginos, que despreciaban el contacto con mujeres, fueron los que forjaron a los dioses. Los hicieron a su imagen y semejanza, despreciando a sus iguales las mujeres, y... negándolas todo derecho.

En un primer momento, existía el predominio de las diosas, y las sociedades eran más paritarias, más igualdad existía entre sus componentes; después, se impuso el poder patriarcal.

Y a su vez, llegaron los dioses masculinos; la mujer perdió todos sus derechos, únicamente, le quedaron obligaciones.
 
Las sociedades las habían puesto en un lugar despreciable y ellos, lo único que hicieron, fue aumentar esa desigualdad hasta que estas quedaron reducidas al mismo valor que cualquier otro animal.

 ¡Cero, cero valor! que se podía vender, cambiar, matar, enterrar vivas, y que cuando enviudaban era por su maldad: cuanto más joven la mujer enviudaba, más maldad había en ella y más grande era su culpa. Su deber era morir junto a su esposo.



La religión hinduista no tuvo un fundador, no fue una religión revelada. Es una suma de creencias religiosas, cultos, costumbres, rituales, que conforman una tradición; no existen órdenes sacerdotales, que establezcan un dogma único. Tampoco hay una organización central.


Es un conglomerado de creencias procedentes de pueblos de diferentes regiones, junto con las que trajeron los arios que se establecieron en la cuenca del río Ganges y, que fueron escritas al modo de revelaciones en los libros sagrados hinduistas.

Los hinduistas llaman a aquella tradición “religión eterna” porque creen que no tiene principio, ni tendrá fin. Ha existido, durante 5.000 años. Consideran los hindúes que es la religión más antigua del mundo, con unos 800 millones de fieles.

Brahma
Brahma, considerado el dios creador, junto con Vishnú y Shiva conforman “el Trimurti”, las tres deidades más importantes del Panteón hindú.

Es un mundo tan alejado del nuestro, que todos desearíamos conocer pero muy pocos quedarse allí a vivir; es una civilización que no podemos comprender, por mucho que lo intentemos.

La mayoría de las religiones, exceptuando la Judía, Cristiana y Musulmana, creen en la reencarnación. Según la religión hindú depende del Karma: en las vidas anteriores, los hechos buenos y malos que hemos realizado, durante las anteriores encarnaciones, repercuten en como será la siguiente reencarnación; si el peso es negativo, nuestra futura vida, puede ser la de un animal, un árbol, cualquier cosa, o si ha sido perfecta podríamos unirnos a Brahmna en su espiritualidad.

Al poderse reencarnar en cualquier cosa con vida, tienen costumbres diferentes a las nuestras y muy complejas.

Existe un templo en la ciudad india Deshnoke (estado de Rajastán) llamado templo de Karni Mata. En él conviven más de 20.000 ratas, las cuales son veneradas, reverenciadas, alimentadas y todo el templo está adaptado a estos roedores. Si alguna persona mata, queriendo o accidentalmente, a una tiene que entregar una réplica en oro o plata del animalito difunto.

Lo que sucede es que los hindúes creen que las ratas son las reencarnaciones de una líder de un pueblo y sus seguidores. Ella, con el dios de la muerte había hecho un pacto: si su hijo que acababa de morir era devuelto a la vida, ella y su pueblo, en las siguientes reencarnaciones lo harían como ratas.

En el siglo IV d. C. Mal-la Naga Vatsiasiana escribió como un texto religioso dirigido al pueblo, el más famoso y universal de los manuales de sexualidad.

Amigos, esta entrada sé que os va a resultar aburrida, pero es imprescindible para saber dónde nos situamos. La siguiente será muy amena, os lo prometo.



viernes, 25 de noviembre de 2011

Flor de loto


Mujer ¿qué has hecho?

¡Los dioses te han ignorado y los hombres utilizado!

Fue el primer emperador de la dinastía Tang quien construyó un escenario en forma de loto, para que en él bailase una de sus concubinas, pidiéndola que se vendase los pies para que quedasen lo más delgados posible, semejantes a un loto, y la danza se asemejaba a esta flor acariciada por el viento.

De los palacios pasó a la nobleza y a las prostitutas para satisfacer a sus clientes; después la clase media. Los muy pobres no podían permitirse tener una mujer que no trabajase y sólo en ocasiones podían hacerlo.

Comenzaba la preparación con los primeros zapatitos que usaba la pequeña. Cada par de zapatos era más pequeño que el anterior. A la edad de cuatro o cinco años, cuando los huesos del pie estaban fortalecidos y las niñas podían andar, se preparaba un balde con hierbas y agua muy caliente; la madre o la abuela, normalmente, realizaban el vendado.

Primero los pies eran masajeados durante mucho tiempo. Después... los cuatro dedos más pequeños doblados completamente hacia el talón se vendaban muy fuerte y ese apósito era cosido y la niña obligada a andar.

Cada dos o tres días se lavaban de nuevo y se apretaban más fuerte. En una segunda fase, los dedos eran rotos. El dedo gordo no se tocaba: se necesitaba para tener un equilibrio.

Esta operación se llevaba en fases durante más o menos diez años. Entre el talón y los dedos rotos se ponía una rama de bambú, para que el empeine quedase muy alto.

También los lados del pie eran oprimidos al máximo para que éste tomase la forma de una flauta. A veces el dedo meñique se desprendía y se caía.

La mujer tenía un valor determinado, dependiendo de la forma de los pies; estos así tratados eran llamados “lotos dorados”. Había varias clases de lotos dependiendo del tamaño; los más perfectos eran  los “lotos de oro”: siete centímetros de largo (como una cajetilla de tabaco), idénticos ambos (algo muy difícil de conseguir, ya sabéis que en nuestros cuerpos hay una diferencia, siempre una parte algo distinta a la otra y por supuesto, también un pie más pequeño que el otro); pues bien, tenían que ser idénticos, de piel muy lisa y suave y un olor fragante. Esto era muy difícil de conseguir, siempre tenían ampollas, heridas y un olor acre en los pies, que eran curados sobre todo con alumbre (una roca semitransparente que tiene ciertas características especiales: cierra los poros, se puede utilizar como antitranspirador para evitar el sudor y también cierra las pequeñas heridas).

Después estaban los “lotos de plata” y los “lotos de hierro”.

Como podréis daros cuenta por las imágenes, los pies parecían un muñón al final de la pierna. Estas mujeres nunca, nunca dejaban ver sus pies, eran lo más íntimo que tenían.



Dormían con zapatillas hechas de seda y bordadas con motivos característicos de las estaciones o fiestas.

Una mujer que durante toda su niñez y juventud ha vivido sin poder prácticamente andar, dando una especie de saltitos diminutos, parecidos a los movimientos de los patos (algo que enloquecía a los hombres) y apoyadas en bastones, tenían las piernas totalmente desfiguradas. En realidad de la cintura hacia abajo era una masa informe, de grasa y piel fofa, que terminaba en una especie de garra. Pero los hombres sólo se fijaban en los pies.

El hombre chino pensaba que la sexualidad alargaba la vida, por eso procuraba tener sexo cuantas más veces mejor; disponía de varias concubinas, dependiendo de su fortuna.


 Y os preguntareis, ¿Pero... qué tiene que ver el sexo con los pies? Está clarísimo, amig@s, a los chinos les encantaba que la mujer metiese su pie en el ano del hombre, (lo que no sé es si incluían también el zapato) a la vez que con la boca acariciaba el pene y con las manos los testículos. Os parecerá imposible la posición pero... recordad que estás mujeres no crecían mucho y solían estar entrenadas para dar satisfacción a los varones. Amig@s, la satisfacción femenina no existía.

La infidelidad femenina estaba penada con la muerte, pero no una muerte cualquiera, los métodos más crueles eran los empleados.

¿Y quién tenía más posibilidades de tener varias concubinas? Los ancianos. Por eso una mujer valiente, si podía escapar de las manos del esposo, el cual la buscaba para darla muerte, no podía volver con sus familiares: la matarían por haber violado el honor de la familia. Solía irse al barrio de las prostitutas y allí ejercer esa profesión.

No se sabe por qué esta costumbre duró dos mil años. Desde el 618 d. C. hasta 1.911 que fue prohibida, con la llegada de los comunistas al poder. Parece que por última vez, oficialmente en 1957, se llevó a cabo.

Las primeras noticias que nos llegaron sobre dichas costumbres fueron narradas por Marco Polo.

Las ideas de Confucio fueron determinantes para su mantenimiento. La mujer debía estar en la casa, no salir, no educarse y hacer un trabajo manual.


Primero fue la sexualidad, después el control sobre una persona que apenas podía dar dos pasos fuera del hogar. Las mujeres cultas, no eran deseables.

La llegada de una hija al hogar representaba siempre una tragedia. Cuando la noche avanzaba, sombras se escurrían entre las casas. Mujeres con sus hijas recién nacidas se dirigían al río; allí ponían una gruesa piedra dentro del pañal y las arrojaban a las aguas. A veces, en su desesperación, las madres se sumergían en las frías corrientes junto a sus pequeñas y eran arrastradas hacia el fondo del río.

En verdad, mucho no se ha avanzado en ese aspecto, ahora se hacen ecografías y si el feto es niña suelen abortar. Esto sucede más en las zonas pobres del país.



Hay otra característica de este pueblo; en los colegios les enseñan a los niños que nadie debe meterse en problemas ayudando al prójimo. Por eso, si ocurre un atropello, los conductores salen por pies, dejando al herido sin asistencia. Allí no existe sanidad pública y si alguien lleva a una persona al hospital debe hacerse cargo de todos los gastos.

Esto es algo muy preocupante, pensad que de cada tres personas que habitamos en el planeta, uno es chino. Por fuerza su liderazgo llegará, pero esa falta de moralidad, ese pasar para no involucrarse en problemas, asusta al mundo occidental.

Hasta pronto amig@s.    



domingo, 20 de noviembre de 2011

Sed de piel


Hace unos días, me encontré con un articulo que hablaba sobre la sexualidad de las personas mayores, sus necesidades y sus carencias. No estaba mal, pero, lo que decía, era en general aplicable a todas las personas, no sólo a un segmento de la sociedad.

Los seres humanos necesitamos un contacto físico y emocional, las relaciones sexuales no tienen porqué terminar cuando se llega a cierta edad.


Bien es cierto que los impedimentos para lograrlo son abundantes. Están por un lado las enfermedades relacionadas con los órganos sexuales; éstas son mucho más acusadas en los hombres que en las mujeres.

Por un lado, tenemos que nuestros hombres no quieren ir al urólogo, mientras no sientan que algo peligroso les sucede.

La norma en nuestra medicina, estima que todos ellos deben ir al especialista a partir de los cincuenta al menos una vez por año; pero no, no es así por una razón: tienen miedo al dolor, y por otro lado, se sienten como violados en su intimidad cuando un médico les mete el dedo por “detrás”, jejejejeje esa es la razón principal.

¿Y cómo funciona en ellos eso de la sexualidad?

Pues... veamos, los hombres son cíclicos, tienen periodos de años específicos. Hasta los cuarenta, cuarenta y cinco, en general les va bien; cuando pasan de los cincuenta, empiezan los fallos, las preocupaciones y las negaciones.

Ellos piensan: ¿qué me pasa? ¿por qué no puedo?, de cara a la galería -que somos sus parejas- el problema está en nosotras, ya no les atraemos.

Después de una etapa de profunda tristeza, al fin se convencen de que su sexualidad no volverá a ser igual. Algunos, los más formados, se ayudan de la famosa “viagra” y sus familias; otros se olvidan del tema, sin pensar si su pareja está de acuerdo o no lo está.

Para los hombres que tienen un concepto equivocado de la religión, ha llegado el momento de la liberación (al fin de cuentas, el acto sexual era una guarrería), y tristemente pero con aplomo se despiden del asunto.

¿Y las mujeres? ¿cómo lo vemos?

Nosotras estamos más acostumbradas a las visitas médicas, por ese lado lo tenemos mejor que ellos. En unas décadas la vida ha cambiado mucho, ya no está tan mal visto que una mujer haya tenido varias experiencias. Si no ha sido así, ¿cómo puede saber una mujer si su satisfacción sexual es mejorable o no?

Hay mujeres que jamás han disfrutado de una relación intima satisfactoria, y cuando el hombre decide que eso ha llegado a su fin, ellas suspiran aliviadas, pues suponía el sexo, una especie de peaje que había que pagar por tener una estabilidad afectiva.

Las mujeres no somos cíclicas como nuestras parejas. La curva de la sexualidad no la tenemos a una edad determinada. Llega, la alcanzamos, cuando encontramos al hombre adecuado que nos hace disfrutar de nuestra propia sexualidad.

Luego están las necesidades afectivas, que hacen nuestra vida más llevadera.

Un abrazo, un beso, una mirada cómplice el roce de una piel con otra piel, el calor y las sensaciones que te trasmite. Eso es algo imprescindible y cuando te falta tienes “sed de piel” la frase no es mía, pero la encuentro preciosa y completa en su definición.


Todos, todos por igual necesitamos ese roce, esa sensación de pertenencia, la sensación de plenitud, de estar acompañados. A veces, no queremos dormir solos, nos aterra esa idea; también depende de la sensibilidad de las personas: cuanto más sensibles son, más faltas de afecto pueden encontrarse y acusarlo de forma muy acentuada.

Hasta pronto amig@s.



sábado, 5 de noviembre de 2011

La danza infernal


Babeaba, babeaba por las comisuras de sus labios, un rictus que pretendía  ser sonrisa, se extendía por su rostro, afeándolo aún más. Sus ojos vidriosos, miraban sin apenas ver.

Sentado sobre el trono, no reposaba en él, su cuerpo se mantenía erguido (todo lo que era capaz de mantenerlo), cada mano estrujaba la otra y gotas de sudor caían sobre la túnica dorada, aquél color que sólo los reyes podían vestir y para el resto del pueblo estaba prohibido, era signo de la realeza.

Unos mechones de pelo ralo, salpicaban su cabeza que cubría con una trabajada corona de oro, y su piel... afeada por un incompresible eccema, que trataba de cubrir, sin conseguirlo, con la largura de las mangas de su ropaje, ¡imposible! Cualquier movimiento, dejaba las feas ronchas al descubierto.

Era alto, pero la gula había redondeado sus formas. Y una ligera cojera completaba la figura inconfundible del Tetrarca Herodes Antipas. Había sido uno de los hombres más bellos del imperio, pero el vicio y la corrupción hicieron su trabajo a fondo.

Se celebraba su cumpleaños. El salón rebosaba de invitados, que disfrutaban el banquete ofrecido por Herodes. Estaban acomodados a la forma romana, sobre trabajados triclinios cubiertos por elaborados tejidos a la forma oriental.

Sólo él permanecía sentado sobre el trono, impaciente, para recibir su más ansiado regalo. Grandes pebeteros alumbraban el inmenso salón de recepción. De pronto al unísono todos se apagaron, y en el centro de la gran nave, formando un círculo cerrado, una docena de bellos efebos, desnudos, de rodillas y portando una antorcha de tímida luz, enmarcaban una figura femenina, cubierta por trasparentes velos. La bailarina tenía los brazos alzados sujetando parte de las gasas que la cubrían -imaginad, un capullo de rosa pronto a eclosionar-. El silencio era total. Ningún ruido, ninguna música se oía. La doncella dejó caer sus  velos y todos pudieron ver a Salomé, la hija de Herodías, esposa de Herodes, la cual iba a danzar en honor a su padrastro.

Salomé, por Moreau
Su pelo negro como la endrina, le llegaba hasta los pies, como si fuese una segunda piel. La perfección de sus rasgos faciales, alteraba todos los corazones. Un ancho cinturón de oro abrazaba sus caderas y de él pendían multitud de velos de diferentes colores, que le llegaban hasta los pies. En los tobillos, podían verse varias esclavas doradas. Sus piernas eran largas y torneadas, y se percibían entre las gasas, su cadera estrecha y los senos descubiertos, pequeños y como frutos en sazón; los pezones recubiertos de oro.

Solamente unos crótalos en sus dedos, era la única música en la que se apoyaba. Al repiqueteo de éstos, su cuerpo se mecía con voluptuosidad, al igual que el movimiento de una serpiente; oscilaban sus senos y sus caderas se contoneaban de forma insinuante. Cada vez más rápido, cada vez más sensual, hasta enloquecer  a los presentes, de deseo y lujuria. ¿Cuánto duró su danza? Nadie lo supo.

Herodes la llamó a su presencia cuando esta terminó aquella danza que quedó grabada para siempre en la mente de los asistentes.

Salomé, por Tiziano
Ofreciola medio reino, hacerla su esposa, lo que ella quisiera...

Corrió esta al regazo de su madre, Herodías (esposa de Herodes) y volvió sonriendo hacia su padrastro. Pidiole la cabeza de Juan el Bautista. El Tetrarca, la miró desilusionado y a vez nervioso; tenía al Bautista en las mazmorras de palacio pero... temía una insurrección de sus seguidores. No podía dejar de cumplir su palabra dada delante de los comensales, e hizo traer la cabeza de Juan en una bandeja de plata que fue entregada a Salomé y esta llevó orgullosa a su madre.

Los enviados de Yahvé, eran muy recurrentes; todos denostaban al poder y claro morían a manos de él.

Herodías, por Delaroche
Herodes, no había hecho nada especial, más o menos lo mismo que cualquier otro poderoso. Estando en Roma, conoció a Herodías que era la esposa de uno de sus hermanastros. Se enamoró de ella y ésta abandonó a su marido, que a la vez también era su tío, al igual que Herodes, y marcharon a Judea con el beneplácito del emperador Tiberio, amigo de Herodes. Allí ya en el poder, se divorció de su esposa y casose con su sobrina. También fundó una nueva ciudad en honor de Tiberio, llamada Tiberiades y el lago que allí había, recibió el mismo nombre.


Amig@s, la danza de los siete velos, nunca existió. Permanece en el imaginario colectivo a consecuencia de una obra teatral, escrita por Oscar Wilde. Después fue creada una opera con el mismo tema.

Hasta pronto amig@s.


 
Salomé, de Strauss (acto final, interpretado por M. Caballé, con 23 años de edad)