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miércoles, 29 de diciembre de 2010

La Reina-Faraón Hatshepsut


 
Una persona muy querida, me ha pedido que escriba sobre esta Reina-Faraón.

Realmente, amig@s, la Historia pura y dura no es muy agradable: batallitas, fechas, nombres, dinastías y generaciones que van pasando. Y en la distancia, observas asustado, que nunca como en el siglo pasado, los pueblos y sus dirigentes habían sido tan crueles, con mentes tan malsanas. Hace unas horas, leí que el gen de la locura, de las enfermedades mentales, es puramente del homo Sapiens Sapiens; parece que los Neandertales carecían de dicho gen. No sé qué decir ante tal hallazgo.

Pienso que este tipo de dolencias, se extenderá este siglo. Tenemos las consultas de psicología, psiquiatría, etc. a rebosar de jóvenes que sufren trastornos por no saber qué pueden hacer con su vida.

Eso repercute en sus padres, por la dependencia que supone cuidar primero unos hijos y después unos nietos. No tienes tiempo ni siquiera para hacerte anciano con dignidad y tranquilidad.

Bueno amig@s, que a este paso os voy a amargar estos días, que en el pasado solían ser felices, al menos para mí.

Hatshepsut fue nieta, hija y esposa de faraones y con tanto valor y decisión, que ella misma se convirtió en una reina-faraón y reinó más o menos veinte años, conquistando territorios, acrecentó Egipto. Optó por los viajes comerciales (había un faraón, pero estaba en la sombra, y nunca se rebeló contra ella. Cuando murió, el faraón se encontró con un país engrandecido, bien gobernado y mejor protegido.

Su padre, Thutmose (Tutmosis I) heredó el trono y para ello tuvo que casarse con una princesa, Ahmose. Tuvieron varios hijos, pero sólo se mantuvo con vida Hatshepsut. En Egipto, el poder pasaba por las manos de las mujeres y ellas sólo podían casarse con miembros de la familia real. Estos serían sus propios padres o hermanos, o bien,  hermanastros de diferentes madres.
 
Permaneció en el trono Tutmosis I por espacio de trece años. Durante ese tiempo, amplió el país y llegó a un río cuyo curso discurría de norte a sur. No era como el Nilo, que transcurre de sur a norte; estamos hablando del Éufrates.

Este faraón pretendía asociar a su hija al trono y nombrarla su heredera, pero a su muerte, una conjura encabezada por el visir y arquitecto real y el gran sacerdote de Amón, pusieron en el trono a un hermanastro de Hatshepsut, hijo de Tutmosis I, y una concubina de este. El golpe en su orgullo fue tremendo. Tuvo que conformarse con ser la Gran Esposa Real de su medio-hermano. Ella, que tenía el título de Esposa del dios y era portadora de la sangre sagrada de la reina Ahmose-Nefertari, no podía quedar relegada, detrás de un esposo débil y blando.

Mientras Tutmosis II se ceñía la doble corona, la del Alto Egipto y la del Bajo Egipto, ella estaba reuniendo a su alrededor a fieles seguidores de su padre.

A quien más preocupaba este asunto, era al gran sacerdote de Amón, Inani.

El reinado de Tutmosis II, fue muy corto. Tuvo dos hijos con concubinas y murió muy joven.

De nuevo Inani, forzó la subida al trono de uno de los hijos de Tutmosis II; como era menor, la reina viuda pasó a ejercer la regencia, mientras el nuevo faraón quedaba relegado en la sombra.
Cuando se vio lo suficientemente fuerte delante de Tutmosis III, se proclamó faraón De las Dos Tierras y primogénita del dios Amón, con el beneplácito de los sacerdotes de Amón, encabezados por Hapuscueb, que también había pasado a ser el nuevo visir.

Asumió todos los atributos masculinos de su cargo y se hizo representar con la titulación y el ropaje del faraón y también con barba ceremonial. No obstante, pasó a ejercer una corregencia con Tutmosis III, (que aunque este no tenía ningún poder, no se puede decir que ella usurpó el trono)

De no haber sido por los inmensos privilegios y donaciones que la reina efectuó a favor del clero de Amón siendo la esposa de Tutmosis II, no hubiese conseguido tanto; pero con clero a su lado y estando a la cabeza el visir y sumo sacerdote de Amón, Hapuscueb, fue como el premio a tanto poder como la reina les había concedido.

El dios Amón coronando al faraón Hatshepsut
Y este valioso obsequio del clero fue la teogonía. Hatshepsut declaraba a todo el pueblo de Egipto que su verdadero padre no era Tutmosis I, sino el propio dios Amón, que con su sabia previsión visitó una noche a la reina Ahmose y le permitió concebir a la mujer que ahora estaba en el trono de las Dos Tierras con el beneplácito del panteón entero. Se proclamaba primogénita de Amón y su representante en la tierra; por tanto su figura era totalmente sagrada.

Muy pocos faraones se atrevieron a hacer uso de la teogonía para validar su derecho al trono, y el alto precio que tuvo que pagar, fue muy duro para toda la dinastía por el poder que adquirieron a costa del trono. Como os dije su figura ya era sagrada y su estatus poco menos que el de un dios vivo.

Su reinado, por este hecho y el apoyo manifiesto del clero fue tranquilo y de manifiesto enriquecimiento.

Los egiptólogos, cuando descubrieron a esta mujer, se quedaron asombrados, pues aparecía unas veces como mujer y otras como hombre con las terminaciones de los nombres ajustándose a cada manifestación escultural.

La reina-faraón Hatshepsut dedicó la mayor parte de su reinado a embellecer y restaurar los templos, por supuesto con el beneplácito de los sacerdotes.

Mandó construir los más grandes obeliscos de Egipto, terminados en electrom, una aleación de plata y oro. También la capilla roja de Karnak; pero donde más empeño puso fue en Tebas, su ciudad.

Hatshepsut, hizo construir un templo cerca de su futuro lugar de enterramiento. Donde se recordaba al difunto y se protegía su tumba.

Escogió el paraje de Deir-el Bahari y pasó a ser la maravilla de las maravillas, visitado en la actualidad por todos los turistas que visitan Egipto. Tiene este templo, un sector sellado como una caja, donde por un lado aparece Hatshepsut en pose amatoria y por otro, Senenmut como el receptor de dicho acto, algo totalmente prohibido para ella, pero el poder cierra muchas bocas y se rumoreaba que la hija de la reina lo era también de su canciller. Un ostracon (es un trozo de cerámica donde se aprendía a escribir o dibujar) se encontró cerca del templo, con el dibujo del faraón-reina y un hombre haciendo el amor.

 
Nombró como arquitecto real a Senenmut. Le nombró canciller y padre putativo de Naferuna (es una forma de llamar a un padre que en realidad no lo es). Lo cierto es el amor que debió existir entre el arquitecto real y la niña. Los podemos ver en una escultura cúbica de granito negro que está llena de inscripciones.



Aunque se le considera una reina pacífica, durante su reinado participó en seis campañas bélicas, algunas al frente de sus tropas y ya en la cuarta parece que participó el que sería Tutmosis III.

La reina iba posponiendo el enlace de su hija, a la que nombró heredera, con el faraón, para que éste no pudiese adquirir el poder. Ya sabéis que el acceder al trono, con toda la potestad, era imprescindible casarse con una princesa heredera de la sangre de Isis.

En el año 16º de su reinado, sus dos apoyos más importantes murieron, se quedó muy tocada, pero poco después falleció su querida hija. Ella parece que tenía en mente hacer una dinastía sólo de mujeres. Esto la destrozó y fue dejando el poder, sin sentir ya apego ninguno por él.

Por supuesto, detrás de estas muertes tan seguidas, tan repentinas, lo más probable es que estuviese la mano del faraón.

Y murió y fue enterrada. Tutmosis III, se encargó de ir borrando todo rastro material de su paso por el trono. No se sabe, si en realidad la odiaba tanto, o era para que la familia (de la reina) que se había hecho con un gran poder, no luchase por el trono.

Llegamos al presente y la tumba de la reina-faraón es encontrada. Estaba violada, sus secretos desaparecidos, el ataúd abierto y en su interior la momia de una mujer de unos cuarenta años. El egiptólogo Zahi Hawass declaró que ese era el cuerpo de la reina, sin dar importancia a otro cuerpo que yacía sobre el suelo, desnudo, de una mujer mayor, calva y muy gruesa, con los senos caídos hacia los lados, con el brazo doblado como era preceptivo en un faraón.

Después, de exámenes más exhaustivos y muchas comprobaciones, llegaron al acuerdo de que la mujer hallada en el suelo era la reina.

Ese fue el fin de la reina-faraón de Egipto, una mujer poderosa, pero... con las limitaciones que las sociedades siempre han impuesto a las mujeres. Por eso, las reinas han cerrado dinastías, no por su valer como gobernantes; era porque no podían casarse y por lógica esa dinastía terminaba normalmente con ella.

Quizá habréis notado cierta prisa en finalizar esta historia, que por lo demás ya está todo lo importante dicho. Quería contaros antes de que se me olvidase, que hace un par de días, encontré por casualidad, en Internet, a la persona más atractiva que he conocido en mi vida.

Es una mujer mayor, su exterior es normal, la voz no muy agradable, pero... amig@s, cuando ella habla el tiempo se detiene, el pasado surge como algo vívido, los personajes están ahí, los estás viendo, los escuchas, lo vives. Era una profesora de la universidad que yo tenía. También solía encontrarla en fiestas de embajadas, pero cuando yo dejé de ir a estos “saraos” que no me aportaban nada, la perdí de vista. Ella siempre estaba rodeada de la élite cultural. Ahora voy a contaros una anécdota suya.

Un verano, fue invitada a Egipto a una excavación que estaba dirigida por una colega suya, fue y todo muy bien, pero como se mete tanto en el trabajo. Llegó la hora de partir hacia el campamento. No estaba lejos y a ella le gusta caminar. Dijo que volvería sola. Había que atravesar un poblacho de casas de adobe, y por allí fue. De pronto, de la nada, surgió un puñado de muchachos que comenzó a apedrearla. Y ella, que es muy valiente, pero con tantas fieras ¿qué podía hacer? Pues... correr y correr, menos mal, que uno de sus colegas no se había quedado tranquilo, y volvió en el coche a buscarla.

Cuándo al día siguiente, fueron a poner una queja al alcalde del pueblucho aquél, el buen señor les dijo que eso era normal, que ¿qué hacía una mujer por allí sola? Eso era un sitio de hombres.

Y amig@s, ya no quiero seguir, podéis daros cuenta de lo difícil que es a veces para una mujer desarrollar sus posibilidades.