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miércoles, 29 de diciembre de 2010

La Reina-Faraón Hatshepsut


 
Una persona muy querida, me ha pedido que escriba sobre esta Reina-Faraón.

Realmente, amig@s, la Historia pura y dura no es muy agradable: batallitas, fechas, nombres, dinastías y generaciones que van pasando. Y en la distancia, observas asustado, que nunca como en el siglo pasado, los pueblos y sus dirigentes habían sido tan crueles, con mentes tan malsanas. Hace unas horas, leí que el gen de la locura, de las enfermedades mentales, es puramente del homo Sapiens Sapiens; parece que los Neandertales carecían de dicho gen. No sé qué decir ante tal hallazgo.

Pienso que este tipo de dolencias, se extenderá este siglo. Tenemos las consultas de psicología, psiquiatría, etc. a rebosar de jóvenes que sufren trastornos por no saber qué pueden hacer con su vida.

Eso repercute en sus padres, por la dependencia que supone cuidar primero unos hijos y después unos nietos. No tienes tiempo ni siquiera para hacerte anciano con dignidad y tranquilidad.

Bueno amig@s, que a este paso os voy a amargar estos días, que en el pasado solían ser felices, al menos para mí.

Hatshepsut fue nieta, hija y esposa de faraones y con tanto valor y decisión, que ella misma se convirtió en una reina-faraón y reinó más o menos veinte años, conquistando territorios, acrecentó Egipto. Optó por los viajes comerciales (había un faraón, pero estaba en la sombra, y nunca se rebeló contra ella. Cuando murió, el faraón se encontró con un país engrandecido, bien gobernado y mejor protegido.

Su padre, Thutmose (Tutmosis I) heredó el trono y para ello tuvo que casarse con una princesa, Ahmose. Tuvieron varios hijos, pero sólo se mantuvo con vida Hatshepsut. En Egipto, el poder pasaba por las manos de las mujeres y ellas sólo podían casarse con miembros de la familia real. Estos serían sus propios padres o hermanos, o bien,  hermanastros de diferentes madres.
 
Permaneció en el trono Tutmosis I por espacio de trece años. Durante ese tiempo, amplió el país y llegó a un río cuyo curso discurría de norte a sur. No era como el Nilo, que transcurre de sur a norte; estamos hablando del Éufrates.

Este faraón pretendía asociar a su hija al trono y nombrarla su heredera, pero a su muerte, una conjura encabezada por el visir y arquitecto real y el gran sacerdote de Amón, pusieron en el trono a un hermanastro de Hatshepsut, hijo de Tutmosis I, y una concubina de este. El golpe en su orgullo fue tremendo. Tuvo que conformarse con ser la Gran Esposa Real de su medio-hermano. Ella, que tenía el título de Esposa del dios y era portadora de la sangre sagrada de la reina Ahmose-Nefertari, no podía quedar relegada, detrás de un esposo débil y blando.

Mientras Tutmosis II se ceñía la doble corona, la del Alto Egipto y la del Bajo Egipto, ella estaba reuniendo a su alrededor a fieles seguidores de su padre.

A quien más preocupaba este asunto, era al gran sacerdote de Amón, Inani.

El reinado de Tutmosis II, fue muy corto. Tuvo dos hijos con concubinas y murió muy joven.

De nuevo Inani, forzó la subida al trono de uno de los hijos de Tutmosis II; como era menor, la reina viuda pasó a ejercer la regencia, mientras el nuevo faraón quedaba relegado en la sombra.
Cuando se vio lo suficientemente fuerte delante de Tutmosis III, se proclamó faraón De las Dos Tierras y primogénita del dios Amón, con el beneplácito de los sacerdotes de Amón, encabezados por Hapuscueb, que también había pasado a ser el nuevo visir.

Asumió todos los atributos masculinos de su cargo y se hizo representar con la titulación y el ropaje del faraón y también con barba ceremonial. No obstante, pasó a ejercer una corregencia con Tutmosis III, (que aunque este no tenía ningún poder, no se puede decir que ella usurpó el trono)

De no haber sido por los inmensos privilegios y donaciones que la reina efectuó a favor del clero de Amón siendo la esposa de Tutmosis II, no hubiese conseguido tanto; pero con clero a su lado y estando a la cabeza el visir y sumo sacerdote de Amón, Hapuscueb, fue como el premio a tanto poder como la reina les había concedido.

El dios Amón coronando al faraón Hatshepsut
Y este valioso obsequio del clero fue la teogonía. Hatshepsut declaraba a todo el pueblo de Egipto que su verdadero padre no era Tutmosis I, sino el propio dios Amón, que con su sabia previsión visitó una noche a la reina Ahmose y le permitió concebir a la mujer que ahora estaba en el trono de las Dos Tierras con el beneplácito del panteón entero. Se proclamaba primogénita de Amón y su representante en la tierra; por tanto su figura era totalmente sagrada.

Muy pocos faraones se atrevieron a hacer uso de la teogonía para validar su derecho al trono, y el alto precio que tuvo que pagar, fue muy duro para toda la dinastía por el poder que adquirieron a costa del trono. Como os dije su figura ya era sagrada y su estatus poco menos que el de un dios vivo.

Su reinado, por este hecho y el apoyo manifiesto del clero fue tranquilo y de manifiesto enriquecimiento.

Los egiptólogos, cuando descubrieron a esta mujer, se quedaron asombrados, pues aparecía unas veces como mujer y otras como hombre con las terminaciones de los nombres ajustándose a cada manifestación escultural.

La reina-faraón Hatshepsut dedicó la mayor parte de su reinado a embellecer y restaurar los templos, por supuesto con el beneplácito de los sacerdotes.

Mandó construir los más grandes obeliscos de Egipto, terminados en electrom, una aleación de plata y oro. También la capilla roja de Karnak; pero donde más empeño puso fue en Tebas, su ciudad.

Hatshepsut, hizo construir un templo cerca de su futuro lugar de enterramiento. Donde se recordaba al difunto y se protegía su tumba.

Escogió el paraje de Deir-el Bahari y pasó a ser la maravilla de las maravillas, visitado en la actualidad por todos los turistas que visitan Egipto. Tiene este templo, un sector sellado como una caja, donde por un lado aparece Hatshepsut en pose amatoria y por otro, Senenmut como el receptor de dicho acto, algo totalmente prohibido para ella, pero el poder cierra muchas bocas y se rumoreaba que la hija de la reina lo era también de su canciller. Un ostracon (es un trozo de cerámica donde se aprendía a escribir o dibujar) se encontró cerca del templo, con el dibujo del faraón-reina y un hombre haciendo el amor.

 
Nombró como arquitecto real a Senenmut. Le nombró canciller y padre putativo de Naferuna (es una forma de llamar a un padre que en realidad no lo es). Lo cierto es el amor que debió existir entre el arquitecto real y la niña. Los podemos ver en una escultura cúbica de granito negro que está llena de inscripciones.



Aunque se le considera una reina pacífica, durante su reinado participó en seis campañas bélicas, algunas al frente de sus tropas y ya en la cuarta parece que participó el que sería Tutmosis III.

La reina iba posponiendo el enlace de su hija, a la que nombró heredera, con el faraón, para que éste no pudiese adquirir el poder. Ya sabéis que el acceder al trono, con toda la potestad, era imprescindible casarse con una princesa heredera de la sangre de Isis.

En el año 16º de su reinado, sus dos apoyos más importantes murieron, se quedó muy tocada, pero poco después falleció su querida hija. Ella parece que tenía en mente hacer una dinastía sólo de mujeres. Esto la destrozó y fue dejando el poder, sin sentir ya apego ninguno por él.

Por supuesto, detrás de estas muertes tan seguidas, tan repentinas, lo más probable es que estuviese la mano del faraón.

Y murió y fue enterrada. Tutmosis III, se encargó de ir borrando todo rastro material de su paso por el trono. No se sabe, si en realidad la odiaba tanto, o era para que la familia (de la reina) que se había hecho con un gran poder, no luchase por el trono.

Llegamos al presente y la tumba de la reina-faraón es encontrada. Estaba violada, sus secretos desaparecidos, el ataúd abierto y en su interior la momia de una mujer de unos cuarenta años. El egiptólogo Zahi Hawass declaró que ese era el cuerpo de la reina, sin dar importancia a otro cuerpo que yacía sobre el suelo, desnudo, de una mujer mayor, calva y muy gruesa, con los senos caídos hacia los lados, con el brazo doblado como era preceptivo en un faraón.

Después, de exámenes más exhaustivos y muchas comprobaciones, llegaron al acuerdo de que la mujer hallada en el suelo era la reina.

Ese fue el fin de la reina-faraón de Egipto, una mujer poderosa, pero... con las limitaciones que las sociedades siempre han impuesto a las mujeres. Por eso, las reinas han cerrado dinastías, no por su valer como gobernantes; era porque no podían casarse y por lógica esa dinastía terminaba normalmente con ella.

Quizá habréis notado cierta prisa en finalizar esta historia, que por lo demás ya está todo lo importante dicho. Quería contaros antes de que se me olvidase, que hace un par de días, encontré por casualidad, en Internet, a la persona más atractiva que he conocido en mi vida.

Es una mujer mayor, su exterior es normal, la voz no muy agradable, pero... amig@s, cuando ella habla el tiempo se detiene, el pasado surge como algo vívido, los personajes están ahí, los estás viendo, los escuchas, lo vives. Era una profesora de la universidad que yo tenía. También solía encontrarla en fiestas de embajadas, pero cuando yo dejé de ir a estos “saraos” que no me aportaban nada, la perdí de vista. Ella siempre estaba rodeada de la élite cultural. Ahora voy a contaros una anécdota suya.

Un verano, fue invitada a Egipto a una excavación que estaba dirigida por una colega suya, fue y todo muy bien, pero como se mete tanto en el trabajo. Llegó la hora de partir hacia el campamento. No estaba lejos y a ella le gusta caminar. Dijo que volvería sola. Había que atravesar un poblacho de casas de adobe, y por allí fue. De pronto, de la nada, surgió un puñado de muchachos que comenzó a apedrearla. Y ella, que es muy valiente, pero con tantas fieras ¿qué podía hacer? Pues... correr y correr, menos mal, que uno de sus colegas no se había quedado tranquilo, y volvió en el coche a buscarla.

Cuándo al día siguiente, fueron a poner una queja al alcalde del pueblucho aquél, el buen señor les dijo que eso era normal, que ¿qué hacía una mujer por allí sola? Eso era un sitio de hombres.

Y amig@s, ya no quiero seguir, podéis daros cuenta de lo difícil que es a veces para una mujer desarrollar sus posibilidades.

martes, 14 de diciembre de 2010

La reina Semíramis


Queridos amig@s, la entrada está dedicada a dos mujeres, que amaron, sufrieron, y murieron al no saber, no poder, vivir sin su amor.

No conozco en la Historia a ningún hombre importante que se haya suicidado por el amor de una mujer.

Lo más cercano al suicidio fue el caso de Alejandro Magno, cuando su gran amor (masculino) murió. Entró en tal desesperación, que el tiempo que le sobrevivió fue una continua borrachera; y no se sabe si murió por eso, o bien fue empujado un poquito hacia la muerte. Ya os dije que era muy peligroso en estado normal, pero... sumido en los efectos del alcohol, podía ser terrorífico.

Amig@s, cuanto más indagamos en la Historia, más difícil nos resulta la datación del comienzo de esta.

Ya sabéis que la Historia comienza cuando nace la escritura, ya hay formados núcleos urbanos de diferentes tamaños, tienen unas creencias religiosas y comercio; el comercio es la base de la escritura. Para el intercambio, la venta, los préstamos, era imprescindible disponer de un sistema donde quedase reflejado todo el intercambio producido.

Pero... para los estudiosos de la Historia, cada vez es más complicada la datación.

Parece que la escritura más antigua (3.500 a.e.) aparece en Harappa (Pakistán). En ese lugar por ahora no pueden hacerse excavaciones por lo peligroso de la zona.

También se han encontrado rasgos de escritura en caparazones de tortugas en China con una datación de hace 8.600 años.

Datar es muy complicado, si ponemos como base el nacimiento de Cristo. Si existió debió nacer entre 3 y 7 años antes de la fecha que la Iglesia ha indicado, para que puedan coincidir los hechos narrados (como el asesinato de los niños inocentes, por mandato de Herodes) porque si nos basamos en la datación de la Iglesia, Herodes ya había muerto. Y por supuesto no podía dar la orden de la matanza.

Mesopotamia estaba ubicada entre dos ríos, en el actual Irak. El nombre quiere decir exactamente eso, un lugar situado entre dos ríos. De ellos recibimos el legado de la rueda, de un tipo determinado de escritura (una de las primeras, la cuneiforme), el sistema sexagesimal, etc.

En Babilonia encontramos la positivación de la ley, es decir, la hizo escrita.el rey Hammurabi en el famoso código que lleva su nombre. Este código tallado en piedra, es un monolítico cilindro, que contiene un conjunto de leyes (ahora se encuentra en el museo del Louvre en Paris). La ley que se imponía era la ley del talión.

También Babilonia  recibió el honor de ser una de las siete maravillas del mundo, por sus palacios, los jardines colgantes y su fortaleza..


Mucho antes de que el idioma cuneiforme fuese traducido, por medio de los griegos nos llegó la leyenda de la reina Semíramis.

Tengo que hacer un inciso para deciros que al comienzo de la Historia, cuando no hay una definición, o separación importante entre la Historia y la Prehistoria, la mujer estaba muy valorada: había muchas más diosas que dioses y reinas muy importantes y guerreras. No hace mucho, en la zona de Uruk, se ha encontrado un complejo funerario, donde estaba enterrada una reina con una cantidad de adornos en su cuerpo muy grande, todos los dedos enjoyados. A un lado estaba el rey, muerto de forma ritual. Y todos los componentes del séquito real, muertos también de forma ritual. Las mujeres llevaban adornos muy bellos y barba ceremonial y los hombres vestían de forma sencilla.

En aquel tiempo, parece que los estudios y la preparación guerrera era igualatorios para todos; por eso hay tantas reinas importantes en esas épocas y también las costumbres eran diferentes. No estaba mal visto el incesto.Las estatuas de aquel tiempo y los grabados representan a personas muy ligeras de ropa o desnudas, también las diosas. Cuando vence el poder masculino, las obras de arte suelen ser guerreras, de victorias sobre el enemigo, de rostros sin expresión y todos vestidos menos los enemigos. Esos siempre desnudos, para aumentar su humillación.

Parece que la reina Semíramis vivió en el siglo IX a.e. Según los griegos, era hija de una diosa llamada Derceto, que tenía la cara de mujer y el cuerpo de pez. Fue castigada a tener relaciones con uno de sus acólitos. Tuvo una hija, a la cual dejó abandonada en el desierto.

Unas palomas la descubrieron y la alimentaban con trocitos de pan y de queso que le sustraían a un pastor de la zona. Este hombre, intrigado, las siguió y encontró una niña bellísima. La llevó al intendente de palacio el cual le dio el nombre de Semiranis y allí se educó. Fue casada con un consejero del rey que también era gobernador de una provincia. El rey estaba en guerra contra una nación vecina.

El gobernador y consejero del rey se unió a las fuerzas reales y su esposa le acompañó. Semíramis, que era muy valiente, subió por la empalizada que rodeaba la ciudad sitiada. Iba vestida de soldado del rey, y una vez dentro abrió las puertas y el rey pudo tomar la ciudad.

El rey quiso tomarla por esposa y ofreció al gobernador a cambio la mano de su hermana o la muerte. Ante aquella disyuntiva, se suicidó. El rey se casó con Semíramis y tuvieron un hijo. Como era muy joven le retiraron la custodia del niño que quedó en manos de los consejeros del rey.

Primero, le quita el marido y después a su hijo... La venganza tenía que llegar, y mandó asesinar a su marido. Se quedó como dueña absoluta del país. El rey había mandado construir para que fuese su capital Nínive, pero Semíramis quería algo especial, que nadie más tuviese, y empezó la construcción de Babilonia. A la vez los reinos que su marido, el rey, había conquistado, se rebelaron al ver que en el trono había una mujer. Entre ellos estaban Egipto, Etiopía y muchos más. A todos los fue doblegando y a la vez adquiriendo nuevos territorios.

 Su hijo continuaba viviendo con los consejeros del rey los cuales odiaban a la reina, y cada día le contaban horrores de su madre. Tanto le envenenaron que un día se presentó delante de su madre para reclamar sus derechos al trono. Él pensaba que si ella se negaba la mataría, y ella seguramente pensaría lo mismo, terminar con ese estorbo.

Pero... el destino es caprichoso: Semíramis era una mujer en la plenitud de su belleza, y el hijo, un joven totalmente desarrollado y tan bello como su madre. Ambos se enamoraron locamente y desde ese momento, todo lo hacían en común. La reina seguía siendo joven y bella, como el primer día que su hijo la vio.


Parece que Semíramis había encontrado una planta, cuyo jugo conservaba su belleza. Esta planta procedía de la India, y allí se fue con su ejercito. Pero... los hindúes atacaron con los elefantes y destrozaron las fuerzas de la reina.

Mientras, en Babilonia, su hijo acuciado por los infieles consejeros, decidió pedir a su madre el trono. Además, los ciudadanos estaban asustados al ver que su reina no envejecía nunca. El hijo, que no había desarrollado una personalidad fuerte; primero con los consejeros; luego, lo que la madre ordenaba, y finalmente de nuevo bajo los influjos de los asesores egoístas y malvados.

Cuando llega la madre y él le hizo esa petición, o sea, quería la herencia de su padre, ella abdicó, le entregó el trono y portada por un sinfín de palomas subió al cielo.

Y ahí llegaron los lamentos, las lágrimas, las almas desconsoladas. Su hijo se había quedado sin madre, sin amante y sin reina. Y aquel pueblo que murmuraba contra ella desde entonces la veneraban como a una diosa.

Durante 42 años reinó Semíramis sobre el país de los dos ríos: el Tigris y el Eúfrates.

Sobre esta leyenda se han escrito multitud de volúmenes, óperas, etc. Los escritores han sentido un atractivo especial sobre esta historia. Y cada uno la ha modelado un poco a su gusto.


La reina Dido

El rey Muto de Tiro murió dejando su reino en manos de sus hijos Pigmalión y Elisa (fue aproximadamente 300 años después de la caída de Troya). a Elisa la casaron con el sacerdote de Hércules, que a la vez era su tío, un hombre mayor y riquísimo, pero se hizo respetar y ser amado por su esposa. Pigmalión, apartó del poder a su hermana y mandó asesinar a su cuñado y tío.

En sueños, Síqueo (así se llamaba el asesinado esposo) le comunicó a Elisa que estaba en peligro: su hermano ambicionaba las riquezas de su cuñado.

En la oscuridad de la noche, ella reunió una flotilla y con seguidores que no aceptaban a su hermano, trasladó todas las riquezas de su difunto esposo a los barcos.

Llegó a las costas africanas y pidió permiso para instalarse en un territorio. Los nativos, le concedieron todo el terreno que pudiese abarcar con la piel de un buey. Ella hizo con la piel tiras estrechísimas que unió entre sí y puso una punta en el centro de un gran territorio, y con la otra formó un extensísimo circulo. Consiguió un espacio muy amplio para construir la ciudad que pasaría a ser Cartago. Sus súbditos comenzaron a llamarla Dido (que significaba “varonil”).



Cuando la ciudad estaba casi terminada, el rey de los gétulos, Yarbas, solicitó su mano, con la amenaza de destruir la ciudad y matar a todos sus habitantes. Dido pidió tiempo para terminar la ciudad y engalanarla para el acontecimiento, cosa que agradó a Yarbas.

Dido no estaba dispuesta a ser la esposa del rey de los gétulos. Ella había prometido fidelidad eterna a la memoria de su esposo, y pretendía llevarlo a la práctica.

Cuando la ciudad estuvo terminada, engalanada, reunió a toda la población en la gran plaza. Allí encendió una gran pira y después de dar muchos consejos útiles a sus conciudadanos, se clavó un cuchillo en el pecho y se lanzó a las llamas. Este es el final de la historia de la reina Dido.


Cuando Virgilio escribió la Eneida, no tuvo en cuenta las dataciones y le pareció más atractivo un romance de Eneas con Dido, que la verdadera historia.

Con el paso de los tiempos la Eneida ha quedado grabada en la memoria colectiva como un libro de verdadera Historia.

viernes, 3 de diciembre de 2010

La Cibeles y más...

Es el monumento más emblemático que tenemos en Madrid. Pertenece a una diosa frigia (de Asia Menor, la actual Turquía). Se veneraba en aquella zona y sitios cercanos, desde hace más de seis mil años. Era llamada Jubila; también Agastatis. Los griegos y romanos la llamaron Cibeles.




Estaba representada por una piedra negra, un betilo caído del cielo. Se encontraba en un santuario en Pesimote. Cuando sus seguidores o fieles iban a hacerle un sacrificio, la diosa se posesionaba del betilo y desde ese lugar contemplaba las ofrendas.

Era la personificación de la tierra fértil, una diosa de las cavernas, murallas y fortalezas, de la Naturaleza y los animales (especialmente leones y abejas). Su título “Señora de los Animales”, revela sus arcaicas raíces paleolíticas.

Es una deidad de vida, muerte y resurrección.

Se la representa con una corona en forma de muralla y siempre acompañada de leones que tiran de un carro.

La leyenda los relaciona, con una singular pareja mitológica. Hipómenes y Atalanta que compitieron en una carrera de velocidad, donde el premio era la mano de Atalanta; sagazmente, Hipómenes lanzó unas manzanas de oro, lo cual distrajo un momento a Atalanta, que perdió la carrera.


El mito concluye con la unión impura de los amantes en un recinto sagrado de Zeus, que irritado los convierte en leones. Más tarde Cibeles compadecida los habría uncido a su carro.

Adicionalmente, para iniciarse en el culto a la diosa, sus sacerdotes eran castrados, como una contribución a la Madre Tierra. Además, hacían un sacrificio matando toros y bebiendo su sangre.

En el año 204 a. C. el Senado de Roma, resolvió (por consejo de los libros sibilinos), -en otro momento hablaremos de ellos- traer de Pesimonte la “piedra negra”, que simbolizaba a la diosa, y le erigieron un templo en el palatino.


Después, la leyenda es doble. Por un lado está su consorte, cuyo culto fue introducido más tarde, llamado Atis.

Por otro lado Atis es su hijo, al que adora desde el primer momento de su existencia. Cuando se hace efebo, le toma como amante e intenta que en ningún momento se separe de ella. Él le promete que jamás lo hará.

Pasear por la montaña es su única distracción. Un día quedose dormido junto a un gran árbol; vio pasar una ninfa de los bosques, se enamoró de ella y tomola al instante.

Pero Cibeles era una diosa, todo lo veía. Cuando Atis volvió a su lado, le castigó con crueldad, exigiéndole para siempre fidelidad absoluta.

Ante tanta presión, y el enojo del único ser de su vida y para no fallarle otra vez, en un instante de locura, se castró y junto al árbol donde había consumado su traición murió acompañado por su madre.

Pero... Atis era un dios, no podía morirse así, como así. Cuando la primavera llegaba resucitaba y estaba junto a su madre. Con la llegada del invierno volvía a morir.

Esta versión del mito nos introduce en el campo de las relaciones humanas, en las razones que nos llevan a no permitir que nuestros hijos aprendan a volar, a conocer a otras personas, a relacionarse con ellas a diferentes niveles. Y al miedo de la pérdida.

Es una leyenda para meditar, y no pasarla por alto.


¿Sabéis? En la India, donde la población suele ser tan pobre, los psiquiatras analizan al paciente, y en vez de recetarle medicinas que no podrían comprarse, les relatan una de sus innumerables leyendas relacionadas con su caso, para que lo comprendan y por sí mismos lleguen a la curación.



¿Que pasó con el pene de Napoleón Bonaparte?


Está enterrado en seis ataúdes concéntricos y mutilado; así yace Napoleón, sin pene entre otras cosas, en los Inválidos de Paris. Mutilado, partes de su intestino o de sus dientes han pasado por las salas de subasta, o vendidos directamente.

Los árboles que rodeaban su tumba en Santa Elena, fueron arrancados hasta ser astillas. Las gentes estaban en la creencia de que en esa madera estaba la esencia de Napoleón.

Napoleón pasaba sus días jugando a las cartas y solía hacer trampas, o también consultaba mapas y pensaba el porqué de la derrota de Waterloo. Muchos historiadores la achacan a un ataque severo de hemorroides que en esos momentos estaba atravesando Napoleón.

Al parecer padecía ginecomastia (un abultamiento o redondez de los pechos) de lo que se sentía muy orgulloso; lo tomaba a broma diciendo que cualquier mujer se sentiría orgullosa de ellas.

A propósito de la amputación del pene, hay dos versiones: en la primera, el sacerdote después de darle la extremaunción, le cortó el pene y se lo llevó. En la segunda, el médico Frank Richardson, que el pene cortado fue introducido en una caja cubierta de terciopelo y entregada al capellán de Napoleón, Ángel Paul Vignali. Se dice que el clérigo nunca le perdonó a Napoleón, que le acusara de impotente. En realidad se desconoce el verdadero porqué.

Muerto Vignali, sus herederos lo vendieron, hasta que en 1.972 un urólogo llamado Hohn K. Latimer, que falleció en 2.007, pagó en Cristie´s 400.000 dólares por el miembro.

Según el informante, el tamaño del pene era de cuatro centímetros; erecto sería seis y medio. Cuenta la historia que aunque tenía el pene pequeño, también era reconocido como un gran amante.

Hasta pronto amig@s.