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jueves, 3 de marzo de 2011

Segunda parte de la leyenda del mozalbete y el masajista

Querid@s amig@s,
Como seguramente la poesía os ha dejado algo tristes, hoy no voy a hablaros de los griegos, que siguen en la Historia a los fenicios. Lo que haré será narraros el final de la leyenda que comencé en la entrada anterior. 


El mozalbete y el masajista del hammam (baños árabes)

Lo habíamos dejado en el momento en que el masajista, con la bolsa del oro, sale en busca de una joven que termine con la virginidad del joven hijo del gran visir.

Y por el camino se iba diciendo:
- Ese pobre muchacho, que imagina que el zib es una pasta de caramelo blando, que se desarrolla cuanto más se le toca.

Y riendo se encaminó al encuentro de su esposa para contarle la aventura y decirle:
- ¡Oh madre de Ali, debes saber que en el hammam acabo de dar un masaje a un joven hermoso como la luna nueva! Es hijo del visir, tiene todas las perfecciones, pero... no es un hombre como los demás; su zib no alcanza el tamaño de una avellana. Y como yo le compadecía, me dio esta bolsa llena de oro para que le buscase una joven que en un momento desarrollase la pobre herencia que le dejó su padre. El muchacho imagina que el zib se le erigirá desde el primer ensayo. He pensado, que lo mejor es que todo este oro se quede en casa. Te pido que me acompañes al hammam y simulas que te prestas a ese ensayo, sin consecuencias, del pobre muchacho. ¡No hay en eso el menor inconveniente! ¡Incluso, podrás pasar una hora riéndote de él, sin peligro ni miedo! Yo os vigilaré desde fuera, igual que si os defendiera de la curiosidad de los bañistas.

La joven esposa respondió con la obediencia, a las palabras de su marido. Se vistió con sus más hermosos vestidos y se dispuso a acompañarle. Por otra parte, incluso sin atavíos y sin adornos, hacía que se volviesen hacia ella las cabezas y se inflamasen los corazones, pues era la mujer más bella de su tiempo.

El masajista y su mujer entraron en la estancia donde se encontraba el hijo del visir, que aguardaba tendido sobre el mármol caliente. El masajista se apostó fuera para dejarles solos y nadie les molestase por curiosidad. Y les ordenó a su esposa y al muchacho que cerrasen la puerta por dentro.

Cuando la joven vio al muchacho, quedó encantada de su belleza  y a él le ocurrió otro tanto. Y ella se dijo:
- ¡Lástima que este joven no tenga lo mismo que los demás hombres, es cierto lo que me ha dicho mi esposo, su zib no alcanza ni el tamaño de una avellana!

Pero... al contacto de la joven, comenzó a agitarse el niño que dormía entre las piernas del muchacho y, como su pequeñez era sólo aparente, pues... era de los que en el sueño entran totalmente en el seno de su padre, comenzó a sacudirse la modorra. ¡Y de súbito surgió semejante al de un burro o un elefante, pero... mayor y más poderoso! Al verlo la mujer dio un grito de admiración y se arrojó al cuello del joven, que la cabalgó igual que un gallo triunfante. En una hora la penetro una vez y otra y así hasta la décima vez mientras la joven se movía y gemía como una loca.

Detrás del enrejado de madera, el masajista lo estaba viendo todo, pero por miedo a la vergüenza pública no se atrevía a hacer ruido o tirar la puerta. Tan sólo, en voz baja, decía a su esposa:
- ¡Oh madre de Ali! ¿Que esperas para salir? ¡El día avanza y has dejado solo al pequeño que está esperando la teta!

Pero ella seguía divirtiéndose debajo del joven y le respondía entre risas y jadeos:
- ¡No, por Alá, que de ahora en adelante sólo daré teta a este niño!

El hijo del visir le dijo:
- Podrías ir un momento a darle la teta y volver en seguida.
- ¡Antes me sacan el alma del cuerpo que decidirme a dejar huérfano de madre, aunque sea una sola hora, a mi nuevo niño!

Cuando... el pobre masajista vio que se le escapaba su esposa, y que con tanto descaro se negaba a volver con él de nuevo a casa, sintió una desesperación tan grande, que subió a la terraza del hammam y se arrojó desde allí matándose en el acto.

La moraleja de esta historia es:
Nunca debes fiarte de las apariencias.



Y... así termina este cuento que resulta algo picaresco, pero nunca como la vida misma.

Hasta pronto amig@s.