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sábado, 6 de octubre de 2012

Ella, él y la otra (III).


La otra.

Mira amor, ¿ves esta foto? Este fue mi marido. Sí, en ese grupo de personas. No, no guardo ninguna de él solo. ¿Que parece un caballero? Claro... y lo era. ¿Tú no te has fijado que cuando la gente rica pierde su dinero, al cabo de poco tiempo vuelve a tenerlo? Es curioso, ¿verdad? En cambio nosotros, el pueblo, si lo perdemos, es para siempre.

Vale, te lo cuento… Eran tres personas, en la casa donde fui a trabajar: un matrimonio y su hijo. El único normal, era el padre. Chillaba, gritaba a los criados, maldecía, pero eso sí, nunca delante del resto de la familia. A mí me gustaba; si me hubiese propuesto ser su amante, lo hubiese sido. La madre y el hijo parecían enfermos, pálidos, nunca reían a pleno pulmón, como nosotros, ni lloraban; tenían rostros inexpresivos.

Un tiempo más tarde, el hijo me pidió que fuese su amante. Por supuesto que me negué, estaba segura de que era una trampa, y no caí en ella.

Después... creo que me enamore algo de él... Colocaba su ropa, sus zapatos y todo lo olía,;era un aroma especial, a roble añejo.

Se marchó de viaje. El anciano murió poco después y me quedé sola con la madre. Cuando volvió se casó. Parece que no eran muy felices. Un día se presentó la esposa y me preguntó, más bien me acusó, de ser la amante de su marido. Naturalmente, lo negué, pero me di cuenta, que era cierto, que había estado y continuaba estando enamorado de mí. 

Vi que la mujer no tenía ganas de luchar por recuperarle y pensé que la única forma de conseguirle era desapareciendo de su vida. Ya te dije que tuve un amante con el que viajé por Europa. Lo dejamos al cabo de un corto espacio de tiempo

Un año después, supe que me buscaba y cuando me pareció oportuno, volví. Volví y fue mío. Nos casamos. La primera noche, fue horrible, no te lo puedes creer. Seguía oliendo al mismo perfume, que antes impregnaba su ropa y ahora me producía arcadas. El estómago totalmente revuelto, creía que nunca iba a terminar la pesadilla. Poco a poco me fui acostumbrando, pero era muy desagradable.

Fui ahorrando, en ese tiempo, ya sabes, los pobres tenemos que cubrirnos las espaldas. Tenía muchas joyas, que son las que ahora estamos vendiendo, para poder vivir.

Tú y yo sabemos lo que queremos, y por qué estamos juntos. Una noche tú no volverás a esta habitación del hotel, donde te espero; o quizá, cuando vuelvas yo no esté. Puede ser que se terminen las joyas y tú busques otra mujer. No será duro para ninguno, el amor es inconstante. ¿Que qué pasó después?. Nos divorciamos y no le volví a ver.