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Hola amig@s,
Esta segunda parte va unida con la primera.
Sola no se entendería.
Las mujeres iban veladas, para no atraer
miradas de deseo. El ropaje era igual para todas, sólo variaba el color. Las
telas eran tejidas y teñidas, como en los tiempos antiguos. Por eso sus
portadoras, en la intimidad, tenían los colores de las prendas ensombreciendo
su piel, igual que los antiguos hombres azules, moradores del desierto (los
tuareg). Las esposas de azul, las criadas de marrón, y rojo era el color de las
futuras madres.
Los humanos, habían perdido, en su mayoría,
la capacidad de procrear; la contaminación era la causa. Las mujeres, que en un
pasado tan reciente, habían tenido hijos, las tomaron como vasijas, como
recipientes. Las separaron de los suyos, por la fuerza, las recluyeron y
aleccionaron para convertirlas en las nuevas “Evas”, y trataron de inculcarlas
que su papel, en el proceso, era sagrado.
Fueron distribuidas entre las familias
importantes, y allí, cuando la esclava sexual (porque sólo eran eso) estaba en
sus días fértiles, el hombre, el dueño de la casa, la poseía en el dormitorio
principal, delante de su esposa, sin descubrir ninguno de ellos su desnudez.
Sin deseo, sin preliminares, sin nada. Cuando el acto terminaba, era recluida
en su dormitorio, donde no había nada, nada que pudiese ser usado para
suicidarse, nada para poder distraer la mente, nada.
Cuando, alguna de estas mujeres daba a
luz; se reunían en la Iglesia, pues era un acto sagrado, sólo mujeres, ellas
las portadoras de la nueva vida y las esposas. Lo normal es que los nonatos
fuesen pequeños monstruos, que inmediatamente desaparecían (estaba prohibido
hacer pruebas para saber si el embarazo era viable). Si parecían normales, las
esposas recibían los parabienes de las otras y después de varios meses, cuando
el bebé era destetado, la madre biológica, era llevada a otra casa para
continuar con el proceso. Cuando... no se quedaban embarazadas, después de
varios intentos, desaparecían, simplemente desaparecían.
Después de unos años, el niño era formado
en la empresa de seguridad y la niña, cuando tenía la primera regla, era
entregada en matrimonio a alguien que hubiese acumulado suficientes méritos,
como para tener una esposa en propiedad.
Todo en la sexualidad, estaba marcado, iba
dirigido a la procreación; el vicio nefando, el oscuro, el “onanismo” castigado
con la máxima pena. Parecía, que en todas las casas habían puesto cámaras, para
espiar y poder castigar las transgresiones.
Y me preguntaréis: ¿Y los ancianos? - No
había. En una sociedad donde la comida escaseaba y cada uno sólo era importante
para sí mismo, los habían trasladado a todos, a las afueras de las ciudades,
allí donde la basura, los restos humeantes de las luchas infrahumanas, habían
dejado un reguero de desperdicios contaminantes. Los ancianos obligados a recogerlos,
morían en unos meses.
Y aquí ya, me negué a seguir soñando,
sufriendo, por eso... hay noches en las que no deseo dormir, o despertar, todo
es igual de espantoso.
En la realidad, en esta vuelta donde nos
han metido, hacia los orígenes, hacia el hombre primitivo, donde sólo puede
vivir el más fuerte, el que más sabe y mejor robar, mientras sus pares, tapan sus
faltas, para que a su vez, éstas sean minimizadas. No soporto vivir tanta
degradación moral. No es deseable participar.
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