.

.

lunes, 17 de diciembre de 2012

El Futuro (II)

Hola amig@s,

 Esta segunda parte va unida con la primera. Sola no se entendería.


Las mujeres iban veladas, para no atraer miradas de deseo. El ropaje era igual para todas, sólo variaba el color. Las telas eran tejidas y teñidas, como en los tiempos antiguos. Por eso sus portadoras, en la intimidad, tenían los colores de las prendas ensombreciendo su piel, igual que los antiguos hombres azules, moradores del desierto (los tuareg). Las esposas de azul, las criadas de marrón, y rojo era el color de las futuras madres.

Los humanos, habían perdido, en su mayoría, la capacidad de procrear; la contaminación era la causa. Las mujeres, que en un pasado tan reciente, habían tenido hijos, las tomaron como vasijas, como recipientes. Las separaron de los suyos, por la fuerza, las recluyeron y aleccionaron para convertirlas en las nuevas “Evas”, y trataron de inculcarlas que su papel, en el proceso, era sagrado.

Fueron distribuidas entre las familias importantes, y allí, cuando la esclava sexual (porque sólo eran eso) estaba en sus días fértiles, el hombre, el dueño de la casa, la poseía en el dormitorio principal, delante de su esposa, sin descubrir ninguno de ellos su desnudez. Sin deseo, sin preliminares, sin nada. Cuando el acto terminaba, era recluida en su dormitorio, donde no había nada, nada que pudiese ser usado para suicidarse, nada para poder distraer la mente, nada.

Cuando, alguna de estas mujeres daba a luz; se reunían en la Iglesia, pues era un acto sagrado, sólo mujeres, ellas las portadoras de la nueva vida y las esposas. Lo normal es que los nonatos fuesen pequeños monstruos, que inmediatamente desaparecían (estaba prohibido hacer pruebas para saber si el embarazo era viable). Si parecían normales, las esposas recibían los parabienes de las otras y después de varios meses, cuando el bebé era destetado, la madre biológica, era llevada a otra casa para continuar con el proceso. Cuando... no se quedaban embarazadas, después de varios intentos, desaparecían, simplemente desaparecían.

Después de unos años, el niño era formado en la empresa de seguridad y la niña, cuando tenía la primera regla, era entregada en matrimonio a alguien que hubiese acumulado suficientes méritos, como para tener una esposa en propiedad.

Todo en la sexualidad, estaba marcado, iba dirigido a la procreación; el vicio nefando, el oscuro, el “onanismo” castigado con la máxima pena. Parecía, que en todas las casas habían puesto cámaras, para espiar y poder castigar las transgresiones.

Y me preguntaréis: ¿Y los ancianos? - No había. En una sociedad donde la comida escaseaba y cada uno sólo era importante para sí mismo, los habían trasladado a todos, a las afueras de las ciudades, allí donde la basura, los restos humeantes de las luchas infrahumanas, habían dejado un reguero de desperdicios contaminantes. Los ancianos obligados a recogerlos, morían en unos meses.


Y aquí ya, me negué a seguir soñando, sufriendo, por eso... hay noches en las que no deseo dormir, o despertar, todo es igual de espantoso.

En la realidad, en esta vuelta donde nos han metido, hacia los orígenes, hacia el hombre primitivo, donde sólo puede vivir el más fuerte, el que más sabe y mejor robar, mientras sus pares, tapan sus faltas, para que a su vez, éstas sean minimizadas. No soporto vivir tanta degradación moral. No es deseable participar.