Esta expresión significa las deducciones más profundas que la mente puede llegar a forjar, no es fácil, pero... una vez que has dominado la técnica, lo demás es cosa hecha.
Apartemos de ella las cosas banales, lo cotidiano, lo que nos produce tedio o aburrimiento; no es necesario que nos quedemos atontolinados en un sillón, como si nos hubiese dado un aire.
Cuando quiero llegar a ese punto suelo escoger los momentos: fregar cacharros es uno de los más productivos para mi. ¿Por qué? –diréis-. Es fácil, sólo se emplean las manos y la mente puede vagar a su antojo. Pero el momento preferido en general por quienes lo practican, es cuando los deseos del ser han sido satisfechos y el cuerpo ahíto de placer descansa, la mano rozando la del amad@, llega en esos momentos la fusión, no sabes si la piel que estás acariciando, es la de ell@ o la tuya. Los ojos permanecen cerrados, y una música elegida para el íntimo momento, llena el espacio, la mente no se para, vuela, (y ahora que lo pienso detenidamente, ¿será siempre así? ¿Tendremos, si hay algo al otro lado, que pensar y pensar, sin jamás descansar? Creo que ese es el mayor castigo que podemos recibir, ¿cuándo descansaremos?). Somos seres necesitados de un complemento, sólo cuando lo tenemos podemos ser felices.
¡Ay amig@s! Pobre de aquel que sólo quiera poquito (como os daréis cuenta, he vuelto a perderme) comienzo la entrada con un pensamiento, pero este va cambiando, no lo domino, es como si yo no escribiese; je, soy como una cosa necesaria pero no imprescindible para el proceso.
Os decía ¡Ay de aquél que no se lance de cabeza a la vida! Que piense: voy a querer poquito, así si me falla, no sufriré. Cobarde es ese ser, no vive en plenitud. Un momento de locura compartida, es mejor que toda una vida de soledad.
Y ahora recuerdo los amores de Abelardo y Eloísa; no os los voy a contar, podéis ver la historia en google. Bueno, en resumidas cuentas narra el amor entre una doncella y su preceptor. Tienen íntimos contactos y cuando el Tutor (y tío) se entera, ordena a unos criados que priven de virilidad a Abelardo. Él toma los hábitos y ella también, e ingresa en un convento donde llega a ser abadesa. Durante toda la vida mantuvieron contacto epistolar.
Pero qué error más grande, esta es una historia real, Abelardo era uno de los hombres de mente más preclara del momento, e insisto ¡qué gran error! La virilidad de un hombre está en cada célula de su cuerpo, el cerebro es su fuente, y esa pareja podía haber sido feliz junta. Ella lo sabía, pero él... a veces los hombres son como niños, tienen un caramelo y cuando este se termina, creen que el mundo terminó con el.
En cuanto a los pensamientos abisales pueden ser de todo tipo, dependiendo de la persona que seamos así serán estos (por cierto esta es una expresión totalmente privada; lo más posible es que un psicólogo le de otro valor).
Como colofón os diré que estoy conociendo a montones de mujeres, las nuevas tecnologías nos están uniendo, pero todas tienen los mismos problemas, y el principal es ¡qué lento va internet! Jijijijijijiji.
Hasta pronto amig@s.