A veces,
sólo a veces, siento como mis sueños se encadenan. No puedo distinguir entre la
nebulosa incierta del despertar y el final de un espacio angustioso.
Desde un
tiempo a esta parte, el descanso nocturno no me resulta gratificante; digo
más... preferiría estar despierta; al menos, podría dominar mi mente y alejarla
de locuras que carecen de toda lógica. O quizá... no sea así, no lo sé, os
contaré...
Estamos en
el futuro, el futuro es ahora, ¡ya!.
¿Cómo
empezó? ¡No lo sé ! De pronto, todo eran brumas, como una niebla intensa,
difícil de respirar; el corazón latía enloquecido, ¿dónde estaba? ¿y con
quién?.
Los
recuerdos llegaban, lentamente. Alguien empezó primero, como un juego, había
que experimentar. Eramos demasiados, sobraba mucha gente. África primero, era
un buen lugar, la gente estaba acostumbrada allí a sufrir, a soportar
cualquier cosa. La evolución del ser humano, en aquellas zonas, estaba a muchos
estadios, las carencias alimenticias, no habían permitido el normal desarrollo
de sus cerebros. ¡Buen lugar! para poner en práctica lo que desde hacía años se
estaba gestando en los laboratorios.
Pero los virus son impredecibles, van y vienen, como las simientes que arrastran los
vientos y dan vida. Pero...estas no, eran simientes de muerte, nadie se hizo
responsable, ni siquiera tenían una vacuna para utilizar, simplemente para
ellos, no pensaron que el horror se extendería, y la muerte sería un castigo
demasiado bueno sólo para algunos. ¡Por Dios! Qué desolador.
Decían los
climatólogos, los expertos en climas, en su última cumbre: si el clima cambia,
aumenta en 4º, sólo quedará el 5% de la población mundial, el otro 95% morirá. Al ritmo que llevamos, sucederá hacia el 2.050. Qué absurdo, amig@s míos, ¡qué absurdo!. Y eso ya está
aquí. ¿Cuántos grados ha ascendido la temperatura mundial? Ni siquiera eso
sabemos.
Vinieron
después las guerras, los choques frontales. Los eternos enemigos lucharon entre
sí, a vida o muerte, y a muerte fue todo. ¡Qué curioso y a la vez terriblemente
doloroso fue! Las creencias en lo intangible, en lo estrictamente individual,
en lo que a nadie ajeno debería concernir, las religiones, y sus impactos, nos
llevaron a la locura. Todos emplearon sus armas, químicas, biológicas,
atómicas, qué importaba; el pensamiento colectivo era: si yo voy a morir, que
muera el mundo conmigo.
De Palestina
(llamada desgraciadamente Israel) no quedó ni piedras donde llorar. Todos los
países de Oriente Medio se enzarzaron en luchas intestinas, mientras los
inocentes morían, sin saber porqué.
¡Dioses del
Olimpo! Qué angustia recordar. Todas las islas del mundo desaparecieron, y las
costas de los continentes se hundieron bajo las aguas, en cuestión de días,
sólo días. ¿Y el Japón? Algunas cadenas de TV que aún permanecían activas,
mandaron a sus presentadores más importantes para que nos narrasen su
espantoso final. ¿Qué fue primero?-¡y quién lo puede saber! Los maremotos, los
seísmos, las explosiones incontroladas de sus centrales atómicas. Sólo aguas
embravecidas, como enloquecidas, con festones de espuma negra, se podían
observar a lo lejos. El cielo, estaba cubierto de nubes rojizas que se abrían
y dejaban caer una lluvia de llamas brillantes, que abrasaban...
Y
mientras...sucedieron otras cosas... Las religiones basadas en un Dios único,
perdieron a su clientela. No podían permitirlo. Hubo un Sínodo y se unieron,
lograron forjar un remedo único, válido para todos; sí eso pasó, basada la
nueva religón en antiguas creencias, narradas en el Talmud, más algo del
cristianismo y el Islam, el pudor más la injusticia extrema y el odio
acumulativo de estas tres religiones, hacia las mujeres que no estaban
dispuestas a someterse, quedó reflejado en ella.
Fue una
religión obligatoria para todos. Los templos se llenaban de seres macilentos,
tristes, que no se tenían de pie.
Pero llegó
un momento, en el cual, el contagio fue evidente y esos templos sucios, que
sólo servían para dominar, para controlar, para que los poderosos se moviesen a
sus anchas, pues ellos (los sacerdotes, los rabinos, los sejs) compartian dicho
poder con las organizaciones que dominaban los países, pues esos templos quedaron
vacios.
Las leyes se
hicieron “draconianas”, cualquier falta era condenada con la muerte. ¿Países
digo yo? Si ya no quedaban, eran ciudades formadas al calor de los
laboratorios, amuralladas, electrificadas, y quererlas traspasar sin
autorización significaba la muerte inmediata. ¿Decís juicios? Los jueces, no
eran necesarios, la vida o lo que parecía ser, sólo era un remedo de esta, una
angustia.
El Estado,
como poder central, desapareció: fue adelgazando, adelgazando, y todo pasó a
manos privadas. La policía, y el ejército, en manos de una gran compañía, de la
cual nadie sabía nada.
Las
cárceles, dejaron de existir, no eran necesarias: todo, cualquier cosa, se
penaba con la muerte... Adiós a los abogados, jueces, fiscales, etc.
De pronto,
comenzó una ola de violencia extrema, contra las mujeres: eran violadas,
masacradas, el terror, se hizo dueño de ellas, miedo a salir, a estar solas o
acompañadas, daba igual. Y amig@s míos, fue una treta nauseabunda,
amoral, del círculo del poder, para enclaustrar, anular, al 55% de la
población.
Las mujeres,
participaron activamente, las que estaban en el poder, en esos momentos, la
extrema derecha dirigía los planes, para convencer de las mejoras que supondría
para nosotras las nuevas leyes. Y ellas mismas se creyeron sus mentiras.
Llegó un
día, que las mujeres, todas ellas, fueron despedidas de sus trabajos y al mismo
tiempo, sus cuentas (en los bancos) quedaron bloqueadas. No se quedaron con el
dinero, no fue eso: pasó a pertenecer a un miembro masculino de la familia de
la mujer estafada.
Continuará.
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