Desde el comienzo de la Historia, que los estudiosos de esta ciencia fijan en la aparición de textos escritos, se ha dado prioridad a los hechos trascendentales que han supuesto la formación o transformación de las sociedades (guerras, significar batallas, biografías de reyes o dinastías, política, la geografía de los lugares donde los hechos han acontecido). Esto era la historia a grandes rasgos.
A comienzos del siglo XX, comenzaron los estudios en profundidad de multitud de historias diferentes, que relacionaban todos los actos humanos entre sí. Surgió la Historia Económica, la Historia de las Religiones, sus comparativas, y entre ellas encontramos la de Usos y Costumbres.
Esta última engrosa desde la pura ciencia que encontramos en la narración de inventos y descubrimientos que han ayudado a las sociedades a avanzar en su desarrollo y también a cosas curiosas de las rutinas diarias que conforman el pensamiento, la aptitud, el comportamiento de la sociedad, dependiendo de las épocas estudiadas.
Como lo que pretendo no es un tratado de Historia, sino llegar a la sonrisa general, os narraré usos u costumbres de la sociedad inglesa que ha sido la más estudiada por los especialistas en estos temas.
El dormitorio tiene connotaciones especiales; allí muchas personas nacieron, disfrutaron (o no) y murieron. Es el lugar más íntimo, donde, normalmente, encontramos la soledad que a veces deseamos.
Dentro de él la cama es el mueble más importante, y de ella hablaremos:
Hacia finales del siglo XIX, en la época victoriana, el miedo hacia el contagio y mezcolanza de impurezas personales, llegó a su cima. Los matrimonios (aconsejados por sus doctores) debían dormir en camas separadas, por un lado para que un roce fortuito no supusiese la vergüenza de una alteración emocional; por otro, las sustancias que emanaban de los cuerpos en descanso eran altamente venenosas, según explicaban las autoridades médicas.
Lo cierto es que los colchones estaban compuestos por las cosas más insospechadas, desde plumón que se lograba criando gansos en las casas, hasta serrín o paja, considerados estos y algunos más como los más cómodos, podían ser trapos viejos, virutas, algas. Todos ellos eran nidos de chinches, pulgas, y también solían hacer sus nidos las ratas o ratones. Por lo tanto, el hecho de dormir, no representaba una actividad relajante, más bien era un terror ineludible.
La cama era el bien más preciado de una familia con posibles. La mejor se situaba en el salón; estaba destinada a los invitados, o para que las visitas apreciasen la posición del anfitrión; también solían abrir las ventanas para que la gente que caminaba por la calle la viesen.
El conflicto de las camas en época victoriana era peliagudo, porque estaba relacionado con la sexualidad. Dentro del matrimonio, esta actividad era necesaria de vez en cuando. A la mujer le era permitido participar en intimidades físicas, siempre y cuando se hiciera sin ningún deseo sexual.
Para evitar la excitación, se aconsejaba a las mujeres tomar el aire fresco; tenían que evitar pasatiempos estimulantes como: leer, jugar a las cartas y sencillamente que utilizasen el cerebro sólo para lo estrictamente necesario. El desarrollar la mente femenina era una pérdida de tiempo; también resultaba nocivo para su frágil salud.
La pauta general era la formación adecuada para ser útil al esposo. Pasar de ese tope era algo incongruente e insano.
Para los hombres el desafío más importante estribaba en no derramar una gota de esperma, fuera de los vínculos sagrados del matrimonio, y tampoco muchas dentro de esos vínculos, si podían evitarlo.
Era creencia médica que el líquido seminal, retenido dentro del cuerpo, enriquecía la sangre y tonificaba el cerebro.
Aún dentro de los límites matrimoniales, las relaciones sexuales debían ser escasas, menos de una vez al mes; de otra forma, el esperma se sometía a una gran degradación y la descendencia nacería con taras físicas o mentales.
La masturbación era impensable: suponía un acto autodestructivo; la sabiduría médica de la época le culpaba de todas las enfermedades, conocidas o por descubrir. En ellas se incluían la locura y muerte prematura.
Los artículos científicos, trataban al sujeto que la practicaba como una pobre criatura, pálida y miserable que se arrastraba por la madre tierra.
En uno de los ejemplos, un doctor describía así a un paciente: babeando, continuamente de su nariz, caía sangre aguada y… sin notarlo defecaba en la cama.
Además, esa maligna adicción se transmitía automáticamente a su descendencia, la cual estaba abocada a la locura.
Por otro lado, los estudiosos del comportamiento femenino ¿¿¿¿¿¿?????? Afirmaban que la mayoría de las mujeres no estaban interesadas en ningún tipo de actividad sexual.
La ciencia, en este caso, quiso ayudar a los débiles hombres que habían caído en ese terrible vicio.
Desarrollaron un anillo con púas para el pene, que se ponía cuando el individuo iba a dormir, o en cualquier momento que fuese necesario. Estaba dicho anillo recubierto con púas metálicas que se clavaban en el pene si este aumentaba de tamaño.
Otros inventos se basaban en corrientes eléctricas, que despertaban con una horrorosa sacudida al pobre que durante la noche y sin ser consciente tenía alguna actividad indecorosa.
La época no estaba precisamente para lanzar cohetes, respecto a unas relaciones sexuales satisfactorias.
Cuentan que el famoso crítico de Arte John Ruskin, en 1848 se casó con una muchacha de diecinueve años, pero el matrimonio nunca se consumó.
Según la esposa, Ruskin, al verla desnuda, sintió repugnancia hacia su persona. El crítico se había imaginado el cuerpo de una mujer de forma diferente y al ver el vello púbico, salió por pies.
Euphemia, que así se llamaba la mujer deseosa de no continuar de esa forma, o quizá deseosa de continuar pero no con esa persona, pidió la nulidad del matrimonio y las peculiaridades de este se hicieron públicas.
Pero Ruskin continuó con sus gazmoñerías: a la muerte del gran William Turner en 1.851, recibió el encargo de examinar las obras que el gran pintor había donado al país; descubrió varias acuarelas de naturaleza levemente erótica. Horrorizado, Ruskin decidió que aquellas obras sólo podían haber sido realizadas bajo ciertas condiciones de locura, y las destruyó en su mayoría por el bien de la nación, robándole a la posteridad unas maravillosas obras de arte de un valor incalculable.
Hasta pronto amig@s. Feliz Año Nuevo.