Y continúo amig@s, con un pueblo que es igual a los demás, pero... el mundo entero se empeña en mostrarlo diferente.
Abraham pasado el tiempo, tuvo a Ismael de una esclava egipcia, del cual dijo Yahvé: será un onagro (asno salvaje) de hombre; él contra todos y todos contra él.
Nuevamente, Yahvé renovó su pacto con Abraham, ser su único Dios. Sería su pueblo elegido entre las naciones, y la tierra de Canaán se la daría a él y a su descendencia, para siempre. Le exigía que todos los varones, incluidos los esclavos y los niños, fuesen circuncidados. Esa sería la señal del pacto. En aquellas tierras, desde tiempos inmemoriales, todos los varones eran circuncidados para evitar ciertas enfermedades.
Después le anunció la llegada de un nuevo hijo, al que llamaría Isaac – aquí tenemos ya el primer problema-. La alianza según los judíos era con Isaac; en opinión de los árabes, con Ismael. La Torá y el Corán dan la razón a sus seguidores.
Parece que entre la sierva Agar y Sara (a la que Yahvé había cambiado el nombre) surgieron recelos y pensando en la herencia, disputaban a menudo. Por lo tanto Agar fue obligada a marchar y con ella su hijo; no es esa la narración de los hechos en el Corán.
Dijo Yahvé: quiero que me inmoles a tu hijo unigénito -incomprensible palabra, que quiere decir un único hijo-, y Abraham tenía dos.
Abraham, se dispuso a hacer lo ordenado y, cargó al muchacho con ramas y todo lo necesario, para ofrecer al niño en sacrificio después de matarlo.
Cuando el cuchillo, terrible, enorme, una hoja de metal afilada por ambos lados, presta para caer sobre la garganta de un infante inocente, a manos de un padre insensible, sólo abierto su corazón al Dios que le pedía lo más amado para él, apareció un ángel, paró su golpe mortal, y dejó un cordero blanco e inmaculado para que ocupase su puesto en el sacrificio.
Deduzco, en mi corto entender, que ese niño quedaría traumatizado para toda su vida,
Pero la Torá no dice nada, además... era una época en que aún no se había inventado la psiquiatría. Y ambos pueblos, árabes y judíos, celebran la fiesta del Sacrificio como una de las más importantes del año. ¿¿¿¿¿Qué decir, amig@s míos, si me pesa en el alma como si ahora mismo estuviese sucediendo?????.
Y vamos a pasar a lo acaecido al pueblo judío, cuando moraba en Egipto. El relato anterior pertenecía al Génesis y el que vamos a comenzar, al Éxodo.
Ya aparece Moisés en el relato, y os le pongo crecido. Salió un día a pasear y vio que un egipcio maltrataba a un judío y Moisés, ni corto ni perezoso, miró a los lados y viendo que no era observado por nadie mató al egipcio.
Al siguiente día quiso mediar entre dos judíos que discutían; el intentó apaciguarles y uno de ellos le dijo que si pensaba hacerles lo mismo que el día anterior al egipcio. Entonces Moisés huyó atemorizado. Y en su vagar encontró asilo en casa de un sacerdote de Madián, el cual le entregó por esposa a Séfora, su hija.
Se habla continuamente del estado de esclavitud en que vivía en pueblo judío. Resulta que cerca de cada pirámide, se erigía un pueblo pequeño donde los agricultores, una vez finalizada la temporada del campo, iban a trabajar en estas construcciones, simbólicas, bien dedicadas a un faraón o templos consagrados a los dioses, dioses por cierto, que no pedían sacrificios de sangre, y no les importaba que en el mismo país se adorase a otros dioses, no pedían la exclusividad, ni se sentían celosos por compartir los sacrificios incruentos.
Y en estos pequeños pueblos, que servían para asilar a los trabajadores (nunca esclavos, eso del látigo y pueblo esclavo, no es cierto, son cosa que las películas americanas se han encargado de meter en nuestro cerebro, una a una, y creemos que era verdad), en los lugares elegidos para llevar la contabilidad, en tablillas, escritas en demótico (el lenguaje vulgar usado para las cosas poco importantes; para lo relacionado con el faraón y la casa real, se empleaba los jeroglíficos).
Pues esas tablillas, que se contaban por miles y, en los mismos tempos dedicados a los dioses, constaba los salarios que se pagaban a los obreros, más desgrosando las comparas efectuadas para comidas y bebidas.
Nunca los arqueólogos han encontrado signos, palabras o hechos alusivos a un pueblo que estuviese en condición de esclavitud, dentro de Egipto.
Parece que Yahvé estaba inquieto: los humanos somos olvidadizos, sólo nos acordamos de los dioses cuando los necesitamos. Y él creyó llegado el momento.
Mientras Moisés actuaba de pastor para su suegro, vio una zarza que ardía sin consumirse y, curioso, se acercó a ver un hecho tan extraño. Yahvé se presentó a él y le ordenó que sacase a su pueblo de Egipto.
Preguntó Moisés por su nombre y Yahvé le contestó: Yo soy, El que soy, y cuando vayas a comunicárselo al pueblo de Israel diles: Yo soy me manda a vosotros, os sacaré de Egipto y os conduciré a la tierra que habitan cananeos, jéteos, amorreos, fereceos, jeveos y jebuseos. Es una tierra donde mana leche y miel.
Y le manda ir con los ancianos de Israel a ver al faraón, y pedirle que permita al pueblo ir tres días al desierto para ofrecer sacrificios a su Dios.
Sabe Yahvé que el faraón no les dejará ir, pues él ha endurecido su corazón y así su gloria brillará más resplandeciente. Del mismo modo, cada uno del pueblo pedirá a su vecino o patrón donde trabaje, oro y plata, vestidos y toda clase de utensilios se llevarán, los despojos de Egipto, pues su Dios ablandará el corazón de esas personas y les darán sus pertenencias.
Amig@s, parece que estoy escuchando una conversación entre usureros y ladrones. Esta es nuestra base religiosa, y las creencias ciegas del pueblo judío.
De vuelta a Egipto, Moisés su esposa Séfora y su hijo. Una noche, apareció Yahvé y quería matar a Moisés. Séfora se dio cuenta que era porque no habían circuncidado a su hijo aún y ya los ocho días prescritos para hacerlo habían transcurrido. Séfora con un cuchillo de piedra circuncidó a su hijo, y dijo a Moisés: esposo mío eres por sangre. Y parece que Yahvé se aplacó - esta es una frase oscura, en verdad, nadie sabe lo que significa-.
Y ya sabéis amig@s, todo lo que sucedió después; las plagas y al final la muerte de tantos inocentes, el primogénito de cada familia empezando por el hijo del faraón.
Esto es totalmente impensable, es pura imaginación, quedaría marcado en los templos como un hecho espantoso, y no hay nada, absolutamente nada sobre esos castigos.
Y Yahvé tuvo a su pueblo vagando cuarenta años por el desierto: se habían revelado contra él. Ninguno de los que salieron de Egipto entró en la Tierra Prometida, ni siquiera Moisés, que tuvo que ver desde un alto como su pueblo avanzaba en busca de la guerra y la destrucción de los habitantes de las ciudades de Canaán.
Y lo más espantoso llegó cuando su Dios les ordenó matar a todos los que a ellos y al mandato de su Dios se oponían. No podían dejar con vida nada en absoluto, pues según Yahvé, si algo permanecía vivo, podría volverse contra ellos; y si algún judío, bien por lujuria o por piedad dejaba sin cumplir esas ordenes nefastas, sería reo de muerte.
Creo mis amig@s, que tenéis bastante horror como para mirar las religiones con un poco de perspectiva.
Este tema ya es suficiente, no me apetece insistir sobre ello y seguro que vosotr@s estaréis hartos también.
Buscaré algo agradable para compensaros de tanta locura, en la próxima entrada.
Hasta pronto.